Literatura
Bolitas de tamarindo
––¡Oye, Rosa! ¡Ven de una vez! Me doblé el pie. Trae esa toalla vieja con hielo… ¿Qué es esta cosa espantosa?
Al rato...
––Rosa, tengo ganas de bolitas de tamarindo. Como yo no puedo salir, anda y tráelas de la tienda.
––¿No puedes ir tú?
––¿Cómo se te ocurre, Rosa?
––Ir yo con este dolor y, además, cojeando... Soy incapaz de salir así. Sabes que soy pobre, pero vanidosa… De vez en cuando.
––Está bien… ¿y la plata?
––Coge el billete de diez que está en mi mesita de noche..
––¿Cuántas compro?
––Las que alcancen. Y me traes las vueltas.
––¡Ya llegué, Marina!
––Rosa, ¿adónde fuiste?
––A la tienda de la otra esquina, porque en la de ésta no había.
––Hagamos una cosa, dame una bolita a mí, coge una para ti y dale otra a José María.
––Está bien.
––Ajá, Rosa. ¿Y las vueltas?
––No quedaron.
––Caramba, ¿y cuántas bolitas compraste?
––Cinco.
––¡Fueron tres las que cogimos! Entonces trae las dos que quedaron, que me provocan otra vez.
––Se acabaron.
––¿Y cuáles fueron las cinco?
––Fíjate bien, las que nos comimos las dos. La que le dimos a José, una que se me cayó en el camino y la quinta para lo que no alcanzó...Ahí están las cinco.
––Rosa, ¡me estás embolatando!
––Ahora mismo vas a donde Don Manuel y le dices que me escriba él cómo fue esa cuenta.
––Eso no puede ser.
––¿Cómo así?
––Porque cuando yo estaba en la tienda, el hijo de Manuel tenía el libro donde anota y yo oí clarito que le dijo “Papá cómo están de enredadas estas cosas. Tú no escribes bien”. Así que, si no sabe escribir, no puedo hacer nada. ¡No se lo diré!
––¡Pues le dices al hijo!
––Él ya se fue. Yo lo vi pasar después.
––Le pides el favor a la esposa.
––Tampoco puede ser. Yo escuché cuando Manuel le dijo “ajá, mujer y nosotros qué? Y ella le contestó “Ay no, qué pereza… Me voy a acostar y que nadie me moleste porque tengo dolor de cabeza”.
––Mira, Rosa, pues le pides el favor a quién esté, a quien puedas, pero vas y me traes escrita esa cuenta.
––Está bien.
Al ratico....
––Aquí está, Marina, la cuenta…
––Muéstramela.
––Rosa, ¿y esto qué es? ¡Un poco de garabatos!
––Mira, Marina... Me dijiste que le dijera a quien pudiera y, en ese momento, llegó un señor con cara de gringo a comprar una gaseosa. Yo le pedí el favor de una vez para acabar con esta cosa, y, la verdad, yo no tengo la culpa de que tú no sepas inglés y te hagas la hazañosa…
Vilma Lucia Guzmán Angulo
Sobre el autor
Vilma Lucia Guzman
Puro cuento
Barranquillera, abogada de profesión, pero su mayor afición son las Letras. Ha colaborado en diferentes etapas de su vida para El Heraldo. Sus escritos se mueven entre lo serio y el buen humor. La poesía es su mejor canto, aunque la prosa le llama siempre la atención. Activa en redes sociales, en las que administra y lidera varios grupos con enfoque literario. Actualmente, reside en Bogotá.
4 Comentarios
Definitivamente en la Costa Caribe el TALENTO LITERARIO se da como las tiendas donde compraron las Bolitas de Tamarindo, dos por cuadra, siempre y cuando la cuadra se pequeña porque si no, son tres o cuatro. Este cuento corto de Vilma lucía es sencillamente GENIAL, es el relato de cualquier hecho permanente de ocurrencia diaria, por minutos o segundos en cualquier ciudad de la Costa Caribe contado con la genialidad GarcíaMarquina de Vilma lucía, pero sin olvidarnos esa genialidad es natural y autentica de los Caribeños. Gabriel García Márquez abrió el camino para el conocimiento del mundo de esta RAZA LITERARIA, pero los Gabitos y las Uchises siempre han estado aquí, están saliendo a flote un poco tardíamente, pero están saliendo, bravo por eso, FELICITACIONES Vilma lucía "Uchi" Guzmán Angulo.
Está genial!!! Creativo, sencillo.. Y embolatado!!!! Jajajajaja FELICITACIONES!!!!
Me encanto, siempre que escribe deja una muestra de nuestro ser costeño. Felicitaciones.
Muy simpática la historia!!!
Le puede interesar
El cuento del gallo capón, el cuento muy breve de García Márquez
Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se re...
Lustrabotas
Parecía un hombre de setenta años a pesar que tenía cincuenta. Era completamente blanca la franja de cabello que no se llevó la c...
Duelo
La noche cae suave, sin aspavientos. "No imagina el problema para conseguir las inyecciones de mi papá", le dice una mujer al cond...
Albert Camus, siempre presente
Sus enemigos creyeron condenarlo como un filósofo para estudiantes de bachillerato. Y es cierto. Los libros de Albert Camus mantienen ...
Los pasillos secretos en el mundo despreciable de Álvaro Mutis
"El último hombre sobre la tierra lo que hará antes de morir es escribir poesía. Será un lamento, un decir, qué hice, qué es esto...