Literatura

Y después de una lectura

Jorge Osbaldo

30/09/2021 - 05:30

 

Y después de una lectura

 

Algo interesante del libro que aún está entre mis manos, es que no me permite, como lector, un ambiente de confort al recorrer sus páginas.

Difícil cada sobresalto en esta autopista entintada de variantes y estallidos donde la vibración de la imagen cae vuelta pedazos. Y esos pedazos, al tener la claridad de los espejos de agua, en más imágenes para completar, si así lo permiten las notas de cada palabra, se convierten en una sinfonía que, a través de cada párrafo, va con rumbo a las batallas. Campo traviesa de alambradas para llegar al reflejo terrible de la última ilustración de Goya y Lucientes: el calvario humano que ya muestra tres espectros. Mire, pienso con un suspiro entrecortado, a cada uno de estos hombres, le amputaron por completo, los chispazos de la dignidad.

En la portada oscura de este libro, justo en la mitad y entre el iris y la pupila, se lee el título: Las miradas a la guerra. Interesante y sugestivo: pareciera, con sus cinco palabras, naufragar en el más tempestuoso de los océanos. Ojo visor latente a mi mirada en cada renglón de las posibles minas quiebrapatas y, quizá por eso, también su enfoque de francotirador sin camuflaje, pero sí dispuesto a tirar del gatillo con cada una de sus historias… ¿Historias?

¡Sí! Historias desde la lente de un escritor reportero de guerra cuyas fotos son las pruebas… “Pero ¿pruebas de qué?”

¡De la vida! ¡De la vida! Me grito a mí mismo como lector, me canto a mí mismo, diría también, si tuviera por testigo a Walt Whitman, para decir: ¡De la vida!, por tercera vez y, aceptar, por supuesto, las facetas de la muerte en las ochenta y cinco páginas de Las miradas a la guerra, sin dejar a un lado la contraportada donde vuelve el ojo a ser visor de la cara posible del lector, en este caso, yo, que apenas puedo imaginar, ¡horror al pensarlo!, cuántas piedras, mazos, porras, espadas, lanzas, flechas, balas, etc., se han incrustado en la estampa de los vivos con olor a carne lacerada, desmembrada, como pasa al contemplar este trabajo de ensayo, poesía, imagen, crónica y cuento… ¿Cuento?

¡Jamás! Así tenga la belleza narrativa de describir lo épico de la sangre derramada entre el juego y el fuego de la barbarie. El último género, si hubiera que resaltar tonalidades, sin duda es la realidad… Y, ¿qué es la realidad?

¿La realidad? ¡Simple!, me digo: es la nota más allá del Sol y el Fa en la banda sonora de este libro en el que, con cada suspiro hecho imagen por el autor, la guerra cobra vida y sentido de corazón en una danza de trio con la muerte. Así entiendo, cada paso, en el recorrido de hojas color beige. Así entiendo a Luis Mario Araújo al escudriñar algunos anaqueles de su mente ya abiertos por él mismo desde cuando imaginó escribir la frase que abre vía a los capítulos: “… desde aquí se puede ver el corazón”.

El corazón amante de las guerras.

El corazón de “La flor que permanece intacta unos minutos”

“Hasta convertirse en un murmullo que se va”. O “…mientras oye la música del tren”. ¿El tren?

Sí, el de las nubes de humo al carbón y dirección al cielo iluminando hacia el desastre mientras se ve, por sus ventanas, el paisaje: Tres guineas de Virginia Woolf que abona, con su prosa, las raíces de la guerra. Se ve de todo desde sus ventanas de tren destartalado: Ese niño… mire allá… “Su mamá le enseñó a resistir el frío (aunque él siempre prefirió el estilo del papá)”. Allá también “La casa del gigante” y, “Al final de la calle”, los “Ecos”, el rumor desbordado de la guerra: ¡Mire!, se avecina la avalancha de mujeres, hombres, niños, animales, flores, árboles, y luego, con el combustible cuya marca es el caos, se fortifica una montaña, como el Himalaya, de millones de cuerpos destrozados.

El dios de los buitres apenas abre el pico eructando el hedor de la carroña de todos los siglos.

¿Qué más puedo decir de Las miradas a la guerra?

Sólo una cosa: las veo ante mis ojos. Tienen todos los colores de las letras de este libro.

 

Jorge Osbaldo

Escritor colombiano. Autor de los libros: El antifaz de las máscaras, Una burra de ojos verdes, Voces y piedras, Antorchas y Vándalos,  

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

La literatura como espacio de significación

La literatura como espacio de significación

  “El significado de un libro radica en que el propio libro desaparezca de la vista, en que se lo mastique vivo, se lo digiera e in...

Ramón Bacca: últimas palabras

Ramón Bacca: últimas palabras

  La muerte de Ramón me deja frío. Hablábamos con mucha frecuencia. Eran charlas largas, plenas de picardía y humor. El 11 de en...

Incertidumbre

Incertidumbre

Empecemos por el final porque la muerte, la terca muerte, no tiene ni pies ni cabeza, no conoce antes ni después, porque sólo hay ete...

Lo que tú quieras, de Mary Daza Orozco

Lo que tú quieras, de Mary Daza Orozco

¿Por qué todos se van? Ésa es la pregunta de un hombre que busca su lugar en un mundo lleno de indiferencias y desencuentros, que re...

Santander y la tradición literaria

Santander y la tradición literaria

  En Colombia un crítico literario escribió una vez que nuestra poesía, cultura o literatura era una "tradición de la pobreza", p...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados