Literatura

Asnières

Redacción

04/09/2023 - 00:06

 

Asnières
La ciudad de Asnières, en las cercanías de Paris / Foto: cortesía

 

Nubes siempre grises, días que se asoman taciturnos con los tachones de un azul tímido y a retazos por entre edificios blanco-hueso de techo oscuro y uniforme. El invierno sale de sus entrañas y los ojos de la mujer adquieren vivacidad, luchan por sacar a flote un aura de felicidad, aquella que regala a borbotones para los demás, nada para ella.

La víspera se ha ido en sendas visitas para aliviar nostalgias eternas y se impregna de ese magma que la eterniza, siembra sus pies a tierra, el caminar al acabar la jornada es pesado después de dejar el coche aparcado en un espacio libre de excrementos de pájaros; sí, ha mirado con detenimiento arriba y abajo, asume la caída vertical de los minúsculos residuos digestivos de cientos de golondrinas que llegan en las tardes también a aparcar sus ágiles alas quizá después de una productiva jornada. Le preocupa el pH ácido capaz de echar a perder la pintura del techo de su coche -ya ha ocurrido con otros, piensa-. Lejos de sentirse satisfecha, con una voluntad destrozada, con los rescoldos para acercarse apenas a su apartamento de la Rue RP Christian Gilbert y Rue La Comete en Asnières Sur Seine, teclea el código de acceso, empuja con fuerza sobrehumana la pesada puerta de hierro y vidrio martillado. El ambiente en el hall también es triste, un tapete raído a fuerza de miles de pasos ahora fantasmas insomnes de residentes trashumantes no le ayuda y se detiene suspirando derrotada. El buzón de cartas vacío, el corazón vacío hace mucho tiempo, cierra maquinalmente y con las llaves en su mano avanza a un espacio oscuro donde el estrecho ascensor suficiente para albergar el cuerpo y los agobios que sobrepasan los extremos de aguante, la reciba con un leve chirrido de puertas plegables. Tercer piso, tres pasos, la puerta roja con dos cerraduras y el ritual harto conocido de descorrer los dientes y sentir un clic de siga señora a sus aposentos.

Es temprano, casi las 6 de la tarde de un día ya cerrado por inventario de lamentos, todo es oscuro y una lágrima cae evasiva por la mejilla izquierda. . En el salón se sienta en el borde de un brazo de la enorme butaca floreada, tapizada hace algunos años por su energía y habilidad de una gran restauradora y ahora ciñendo su sino o queriendo hacerlo sin convencerse de engullirla como parte de un mundo donde ya nada se siente.  Tonterías, piensa y se seca con el borde dorsal de su mano derecha la lágrima evasiva.

Alexa se deja arrullar con la orden de la dueña y las luces del salón se encienden sin prisa, un aliento de energía parece renovar el ambiente. Ella distraída deja que un fulgor recorra las aferencias de unas pupilas que se dilatan y cierran y abren con un poco más de prisa y la sonrisa atenúa el frio. Casi sin proponérselo mira a través de la ventana, las agujas de los pinos enanos en el balcón se mecen lentas, el verdor se oculta inexorable y el amarillo ocre gana terreno en cada ramaje disponiendo la inevitable acometida del invierno que parece no va a ser tan crudo como el anterior. Junto a ellos unas matas enanas irradian colores invencibles y se resisten a morir. Ja. Hoy como todos los días, hace un examen de vida concluyendo en balances de sueños idos y esperanzas difusas como la niebla que cubría minutos antes los últimos pisos de los abigarrados bloques de edificios modernos de La Defense a los que le dedicó débil atención mientras el semáforo se lo permitió justo en un parpadeo para luego continuar la marcha a casa.

Se quita el abrigo de cuello de piel, toda ella vestida de negro como todo o casi todo su ropero; lo coloca al lado del sillón y desliza los dedos en la pantalla del celular buscando quimeras que no llegarán. Mensajes insulsos, saludos de quien no quiere saber nada, una leve sonrisa por mensajes anodinos a lo mejor con alguna gracia, y con asco deja el aparato en algún lugar. ¡Bah!

Se levanta, con la boca seca y la garganta emite un sonoro carraspeo despertándola de golpe y acusando la sed. No ha tomado un solo vaso de agua desde la mañana, no ha comido nada, un solo café americano, eso fue todo. La cocina se ilumina, la nevera abierta y un doloroso ritual de prepararse a comer algo en solitario. < ¿Qué extensión serán 10 hectáreas? > Pocos meses antes, en pleno verano, recorrió el Mar Negro y conoció otros ambientes, otros cielos, otras sonrisas, otros sentimientos y creyó renacer de un mundo sin objeto, sin el deseo de despertarse ya, sin contar para nada con el paso de los días; volvió a sentir el calor no solo del sol en ese tiempo sino de quienes veían en ella a la mujer intrépida, valiente y dispuesta a mostrar su corazón. Se dejó seducir ante la oferta de un reinado con terreno incluido y vasallos a sus pies, un hombre que la ama y demuestra su cariño con miles de recursos placenteros. Pero retornó a Paris con la mente puesta en otros proyectos, más proyectos como tantos otros que se le escurrieron de sus manos y se perdieron en la bruma del tiempo.

Dos taburetes negros como su acolchado, debajo de la pequeña mesa blanca en la cocina, retira uno de ellos y luego arrepentida lo vuelve a empujar a su sitio original, toma el frugal plato, un vaso de agua y arrastra el momento, el instante, el pesado fardo de la tristeza y el deseo de comer a su alcoba; enciende el televisor y casi sin mirar se lleva a la boca una porción de queso de cabra; en forma imperceptible se asombra de los movimientos de los maseteros y dice para sí < vaya, estoy comiendo>

Secuencia de niños corriendo y riendo con la alegría desbordante generada por un yogur de marca en sus manos, edición de algunos segundos y el color de una tarde de verano con una modelo hermosa resaltando las propiedades del alimento. Ella mastica el queso y se apresta a tomar del plato alguna porción de jamón serrano y baguette. Está segura del taciturno día allá en Londres donde las noches son más sombrías que en París. Allá la marca del yogur es diferente y con seguridad en inglés sabrá a otra cosa. Sus nietos en casa en alguna parte de Londres, retornando algunas horas antes al calor, a la rigidez materna y a la disciplina agobiante. Mueve apenas su cabeza y mastica. Deglute y algo aprieta el cuello. Evoca historias pasadas negándose a creer que esas vidas ya no le pertenecen. Ahora la noche se cierra con rigor y constata la temperatura de la calefacción.  Alexa sumisa apaga las luces del salón y la alcoba emerge como un islote donde todo puede ser percibido como en fragmentos de sueños y haces de luces en destellos refulgentes y cambiantes desde el televisor encendido. Una llamada sobresalta el paisaje y el “aló” la distrae con algún alivio y los suspiros por los males del otro lado de la llamada. Consejos que son para los demás y no para su pesar. Cuelga y nota su frente arrugada.

La navidad fue un bálsamo, hubo gente, su familia; hubo niños, otros niños, otros nietos llenando la sonrisa y calmando sinsabores, se esmeró, fingió ser de nuevo la dama de la nobleza con la cual firmó sentencia de residencia en el país de la diversidad, demostró fineza y elegancia en los servicios de una gran cena donde las conversaciones despejaron nubes oscuras y dieron brillantez a las luces del árbol de navidad que pedía atención para sus intermitencias en el rincón del salón. Todo ello con la certeza de un espejismo que pronto acabaría, lo sabía, los días posteriores rubricarían sus miedos. Aventuró -recordaba- una conversación en ese sentido, prometió hacer el inexorable camino sola y resaltó su convicción de no molestar a nadie en sus decisiones. El tema acercó filosofías, religiones, leyes, hubo acuerdos y el respeto por lo expresado apenas delató discusiones. Hubo otro acuerdo pronto para evadir la sombra y dar paso a las risas de los niños corriendo de una habitación a otra, a su familia tocando otros temas, al esfuerzo por seguir halando del corazón de ella y trataron de ponerlo en sitio seguro. No lo lograron.  Luego el árbol de navidad fue desarmado y guardado junto a sus ilusiones, las luces se apagaron con permiso de Alexa, los adornos de colores rojos y verdes de ventanas y puertas perdieron el brillo y las cajas ocultaron y aplazaron sus opciones de alegrías por un año.  Ahora comía lenta y un sueño emergía pesado.

< ¿Cuándo volveré a pintar? > Sendas pinturas de árboles desnudos, con fuerte mensaje de frío, de bello paisaje arrasado, árboles con la rúbrica de su propio corazón, ese corazón del sentimiento sin forma ni color, ese que le oprime toda la humanidad -también lo arrasado tiene su especial belleza- han sido objeto de una atención profesional, un libro en ciernes anima su espíritu tan desprovisto en los últimos años de ambiciones, siente que algo la empuja y una oportunidad de vida asoma desde el biombo ahora desplegado a manera de respaldo de su cama, su espalda siente la caricia, se levanta, lleva el plato vacío, cubiertos vacíos, el vaso vacío con su alma casi vacía, a la cocina; pasa al baño, cepilla sus dientes, su cabello, sus arrugas del corazón, se mira al espejo y retoca las ojeras profundas, retorna a la alcoba de cálida luz, cambia sus ropas negras por una pijama de colores más vivos, mentalmente prepara la ropa del día siguiente, sonríe en su tarea de escoger entre tanta ropa negra, cuál de ellas lucirá -elegancia obliga- Alexa repasa las condiciones meteorológicas a esperar, se sumerge en la placidez de su cama, Alexa contribuye a la oscura noche y con un “mañana será otra noche” ansía la eternidad y un despertar sin futuro.

 

Edgar Arcos Palma

Médico y escritor nariñense. Sus cuentos han sido publicados, entre otros medios, en la Revista Estafeta (San Juan de Pasto-Nariño). En 2021 publicó su celebrada novela, Yaguargo.

3 Comentarios


Henry cabrera 04-09-2023 03:46 PM

Exelente escritor narrativo y me parece costumbrista ojalá siga escribiendo más novelas felicitaciones

Lorena 04-09-2023 10:23 PM

Aplaudo la publicación, me gusta leer cada frase de este autor lo disfruto, me transporta, me desconecta, en resumen me apasiona. " La lectura a todos nos hace inmigrantes . Nos lleva lejos de casa ... Pero lo más importante es que nos encuentra hogares en todas partes." Gracias por escribir con el corazón. Éxitos

Guillermo Armando Paredes Pantoja 08-09-2023 03:37 PM

Doctor Edgar, lo felicito realmente por su creatividad en sus escritos. Me agrada la lectura narrativa porque nos recrea nuestro pensamiento y nos sumerge en aspectos reales y fantásticos. Esperamos otros escritos de parte suya.

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