Música y folclor

Los primeros años salseros de Ismael Rivera

Robert Téllez Moreno

03/04/2024 - 05:55

 

Los primeros años salseros de Ismael Rivera
Ismael Rivera (derecha) y Rafael Cortijo (izquierda) / Foto: El Salsero

 

En 1948, Ismael Rivera se integró como bongosero al Conjunto Monterrey de Monchito Muley. A pesar de no haber sido un estudioso de la música en términos académicos, debutó como cantante en 1954 junto a la Orquesta Panamericana de Lito Peña, agrupación con la que grabó su primer disco de 45 rpm, y que incluyó los temas: El charlatán y Beautiful girl. En este último cantó en inglés, lo que resulta una ironía, si se tiene en cuenta que “Maelo” había sido devuelto de las filas del Ejército de los Estados Unidos dos años antes por no dominar el idioma.

En 1954 Ismael Rivera se unió al Combo de su compadre Rafael Cortijo, posicionándose como una de las voces de mayor importancia en la música del Caribe. La relación entre Ismael Rivera y Rafael Cortijo comenzó cuando ambos eran adolescentes. Se conocieron mientras estudiaban en la escuela superior Rafael M. Labra en Santurce.

En esos años cincuenta tuvo lugar un crecimiento en la industria del disco, y pronto la voz de Ismael Rivera saltó del barrio a la radio (Cortijo y Rivera participaron diariamente en el programa El show del medio día de Puerto Rico durante cinco años consecutivos) y luego llegaron a la recién inaugurada televisión. Tenían todo a su favor, realmente lograron conmocionar el ambiente.

Así llegaron canciones que se consolidaron rápidamente como éxitos: Saoco (Pellín Rodríguez), Oriza (Silvestre Méndez), Déjalo que suba (Encarnación García), El chivo de la campana (Rafael Cortijo), Quítate de la vía Perico (Juan Hernández) y Perfume de rosas (Rafael Ortiz). También dos composiciones escritas por la madre de Ismael Rivera, doña Margarita, tituladas Las ingratitudes y Maquino Landera. La de mayor arraigo en aquel tiempo fue El negro bembón, inspiración de Bobby Capó hecha a la medida del “Sonero Mayor”.

Mataron al negro bembón

mataron al negro bembón

hoy se llora noche y día

porque al negrito bembón

todo el mundo lo quería

porque el negrito bembón

todo el mundo lo quería

Y llegó la policía

y arrestaron al matón

y uno de los policías

que también era bembón

le tocó la mala suerte

de hacer la investigación

le tocó la mala suerte

de hacer la investigación

¿Y saben la pregunta

que le hizo al matón?

¿por qué lo mató?

diga usted la razón

Y saben la respuesta

que le dio el matón:

yo lo maté

por ser tan bembón.

El guardia escondió

la bemba y le dijo:

esa no es razón”

[Fragmento de El negro bembón (Bobby Capó), interpretada por Cortijo y su Combo con Ismael Rivera].

De acuerdo con Bárbara Idalissee Abadía en su ensayo “(Re)pensando la negritud en la música popular puertorriqueña”: “[…] un cantautor negro (Capó) y un cantante negro (Rivera), vocalista de una agrupación totalmente negra (Combo de Cortijo), relatan en tono jocoso la muerte del ‘negro bembón’” (2009). Según la autora: “[…] hay una legitimación del discurso de la “bemba”, que podría interpretarse como una auto-perpetuación del racismo. Aunque se trate del caso de un “negrito bembón” específico, el texto abre a todos los “negritos bembones”. De ahí que, a pesar de lo festivo de la canción, se advierta un tono de pesimismo”.

Sin embargo, resulta evidente que se trata de una narrativa que denuncia los estragos del racismo y la inconformidad de quienes lo han padecido. Es una crítica a la exclusión social hecha desde la cultura popular. Así, Ismael Rivera se iba convirtiendo, cada vez más, en la voz de la comunidad negra y pobre, el cantante de las víctimas del racismo. El propio “Maelo” lo reconoció en su momento: “Ese era el tiempo de la revolución de los negros en Puerto Rico […] Roberto Clemente, Peruchin Cepeda, Romaní, entraron los negros a la Universidad… Paf… y salió Cortijo y su Combo acompañando esa hambre, ese movimiento […]”.

El movimiento al que se refiere el cantante tuvo su origen en un Santurce cultural que iba en desarrollo y que estaba a la par con el dinamismo obrero, específicamente en el distrito capitalino de Puerta de Tierra, donde se concentraban los muelles y las fábricas de tabaco. En este contexto, Ismael Rivera pasó a la historia como el primer cantante negro de música popular en aparecer en la televisión puertorriqueña y, además, haciendo parte de una producción cinematográfica nacional. Se trata de la cinta Maruja de 1959, seguida por el filme italo-francés Calypso y la cinta italiana Mujeres en la noche. Por eso, “Maelo” representó para Puerto Rico —junto con los peloteros Roberto Clemente, Orlando “Peruchín” Cepeda, y los jinetes Júnior Cordero y Eduardo Belmonte— el comienzo del triunfo de los hambrientos, de los segregados en lo social, racial y cultural. Esos acontecimientos provocaron un mensaje de contestación contundente con el que se identificó la población negra de muchas latitudes. Lo cierto es que quienes se sintieron recogidos con esta música fueron las gentes que han soportado históricamente la marginalidad y la exclusión, características estructurales que configuran a América Latina y el Caribe.

Al moverse en ese ambiente, Cortijo e Ismael Rivera causaron una gran revolución que dispersó las fronteras sociales de la exclusión cultural. No sólo con la bomba y la plena (ritmos del folclor puertorriqueño), que llevaron a los mejores escenarios: el teatro, los hoteles más reconocidos, los clubes, la radio, la televisión e incluso el cine —como ya mencioné—, sino que abrieron un camino inédito y fueron conquistando con su original sonido a toda América.

Sin embargo, en 1962, al regreso de una gira por Venezuela con escala en Panamá (lugar donde posiblemente adquirieron los alucinógenos), fueron detenidos por la aduana en el aeropuerto de San Juan, por violar la ley de sustancias controladas. Después de ocho años continuos de formidable ascenso con el Combo, Ismael Rivera y Rafael Cortijo fueron capturados y sentenciados a cinco años de prisión y paseados por varias cárceles y centros de rehabilitación.

Este inesperado hecho originó una iniciativa musical por parte del pianista Rafael Ithier —y otros integrantes de la agrupación de Rafael Cortijo—, que se materializó en la fundación de una agrupación reconocida mundialmente como “La Universidad de la Salsa”: El Gran Combo de Puerto Rico. Pero esa es otra historia.

A prisión

Ismael Rivera estuvo recluido en Los Osos Blancos, así como en los hogares Crea y Fort Nox en Kentucky. Estando privado de su libertad comienzan a llamarlo “Maelo”, un apodo que luego se convertiría en su nombre artístico.

En algún momento, en una las varias visitas que le hizo el compositor Bobby Capó, éste le entregó un tema que luego —ya en libertad— se constituyó en éxito en toda Latinoamérica y un himno para todos los reclusos, Las tumbas:

De las tumbas quiero irme

no sé cuando pasará

las tumbas son pa’ los muertos

y de muerto no tengo na’.

 

Cuando yo saldré, de esta prisión

que me tortura, me tortura mi corazón

si sigo aquí, enloqueceré.

 

Ya las tumbas son crucifixión

monotonía, monotonía, cruel dolor

si sigo aquí, enloqueceré.

Tras recuperar su libertad, Ismael regresó a Puerto Rico, donde encontró seguidores, pero también algunos detractores que lo consideraban un mal ejemplo para la sociedad. En 1966 se reintegró a la agrupación de Cortijo y grabó los discos Bienvenido (1966) y Con todos los hierros (1967).

Asentado Cortijo en Santurce, Ismael Rivera decidió explorar otros rumbos que lo llevaron a instalarse en Nueva York. Allí se encontró con el movimiento salsero en plena efervescencia. Mientras se adaptaba al nuevo concepto sonoro publicó los álbumes: De colores (1968) y Controversia (1969), fundando su propia agrupación Los Cachimbos, con la que grabó 11 producciones.

 

Robert Téllez Moreno

Director y realizador del programa Conversando la salsa

Acerca de esta publicación: El artículo titulado “ Los primeros años salseros de Ismael Rivera ”, de Robert Téllez Moreno, corresponde a un extracto del ensayo académico “ Ismael Rivera: el eterno Sonero mayor ” del mismo autor.

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