Música y folclor

Cambio natural o forzado en nuestra música

Diógenes Armando Pino Ávila

03/02/2023 - 05:20

 

Cambio natural o forzado en nuestra música

 

En el espectro cultural de la música y el folclor, sobre todo, en nuestro territorio, se genera desde sus comienzos la discusión de qué géneros musicales y dancísticos se han originado o se han escindido de otros, esta discusión ha sido el punto de apoyo para que algunos pobladores sostengan que el aire, folclor, música haya «evolucionado», lo que en mirada profunda implicaría pensar que el otro no, y, por lo tanto, se ha detenido en el tiempo, algo así como una fosilización. Esto encierra una sentencia de extinción sobre el folclor o música originaria, a más de ser una expresión peyorativa e insultante de por sí.

En el caso del «baile cantao» de donde se origina «la música de acordeón» llamada por los pobladores del Valle de Upar como «vallenato» se sostiene lo mismo, que la música de acordeón evolucionó y La Tambora permaneció estática, paralizada en el tiempo y en el espacio. Pues no, la tambora, como todo folclor originario, ha ido cambiando, siguiendo las pautas y sabiduría de nuestros mayores, los que respetaban el ritmo natural de los cambios sin oponerse, en su sabiduría y paciencia entendían que debían cambiar, pero al mismo tiempo preservar.

Los jóvenes practicantes de nuestro folclor, viven en una época de premura, de la velocidad en las comunicaciones, y se llenan de desespero cuando las cosas no fluyen o hacen transito con la premura que los medios le imprimen. Ellos quieren que todo sea veloz, que los cambios que debe proseguir la cultura, la música vernácula, el folclor, sean tan veloces como las comunicaciones mismas. Si se detuvieran a observar mediante la investigación o se acercaran a la oralidad primaria y contrastaran el decir de esta en comparación con lo que dice la oralidad secundaria notarían que, a través de los años, nuestra cultura, nuestro folclor ha ido cambiando, pero que esos cambios han sido impuestos por la época y aceptado por nuestros mayores que en su experiencia, sabían filtrar lo positivo de lo nocivo impidiendo con ello la contaminación acelerada de nuestro acervo cultural.

Ahora, si miraran hacia atrás, y pudieran observar las imágenes de una «Noche de Tambora» caerían en la cuenta que esta se hacía en plena calle, que los tocadores, bailadores y cantadores, no usaban un vestuario especial, sino su ropa normal, que los instrumentos solo tenían el barniz del uso, no eran pintados, se amarraban con cáñamo y el currulao era un cilindro con una boca reducida pero su largo era de línea recta. Notarán que no había micrófonos ni luces y que público y conjunto musical estaban al mismo nivel y que de los espectadores salían espontáneos a interactuar en el coro y el baile.

En el Primer Festival de La tambora, la presentación se hizo en el atrio de la iglesia, donde los ancianos participaron al natural con los mismos elementos y condiciones, la variación estuvo en el uso de un micrófono para la cantadora, ya que, por su edad y lo numeroso del público, la voz se ahogaba en la plaza, pero a partir del tercer festival se comienzan unos cambios que eran obligados por el sitio (tarima que separaba al público del grupo de Tambora), varios micrófonos (coro, instrumentos y cantadora), se comenzó a utilizar un vestuario que le diera uniformidad estética y visual al grupo. En fin, fueron cambios que se gestaron en veinte años, más o menos.

A partir de ahí se han introducido cambios en la letra de los cantos, la estructura de los versos, se introdujo el «guache», la forma del «currulao», el cuero que cubre la boca del mismo, el amarre de los instrumentos, barnizados con pintura. Hay algunas variaciones sutiles en el baile. Sin embargo, se ha intentado introducir algunos cambios abruptos con nuevos instrumentos (clarinete, bajo) que la misma Tambora y el público en forma consciente e inconsciente han rechazado, pues los Cds grabados con estos, se escuchan en el lanzamiento y nunca más, es decir se pierden en el tiempo.

Últimamente, se nota en las letras del canto y en las cantadoras, que le dan un comienzo cantado de cumbia con un repique de tambor y unos versos recitados o cantados que a todas luces son intrusos y que afean e impostan la tambora, lo mismo pasa con la tendencia de algunas cantadoras de hacer vibratos en su canto, desvirtuando la esencia misma de nuestro folclor.

Creo que este análisis o visión rápida de la Tambora se podría aplicar al vallenato u cualquier otro folclor del Caribe y detectaríamos lo mismo o casos parecidos, pero donde más notoriamente se han dado estos cambios ha sido en la música de acordeón donde lo que se toca ahora dicen que es vallenato, pero es un vallenato diferente al de los maestros mayores, pues el de estos, perdura sin pasar de moda, mientras que la nueva música tiene, como ciertos electrodomésticos, un envejecimiento programado por lo cual no perdura en el tiempo.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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