Ocio y sociedad
La mecedora: remedio infalible
Es el trono del silencio interior, de las reminiscencias extraviadas en el laberinto de la nostalgia; el altar donde se zurcen las heridas del encono con los hilos sagrados de los afectos.
Pero, ¿a qué sabio, con alma de niño, se le ocurrió inventar la mecedora? Los gringos aseguran que fue al mismísimo Benjamín Franklin, sin embargo, su verdadero origen se remonta a la Inglaterra de 1725; años más tarde se fabricó comercialmente, extendiéndose a toda Europa y al resto del mundo, pero sin duda alguna los artesanos de Mompox la dotaron de un indescifrable sortilegio, capaz de atraparnos y no dejarnos ir, como los brazos de la mujer amada.
Y es que este mueble milagroso desafía la ley de la gravedad conectando cada una de nuestras células a las fuerzas electromagnéticas del universo, permitiéndonos, mientras nos balanceamos, volar en el lomo de una alfombra mágica.
Sin duda alguna, la mecedora le pone jáquima al brioso corazón, desactivando su galope suicida, extinguiendo de paso, anginas, insomnios, temores y venganzas.
Es un secreto a voces que el uso cotidiano de la mecedora aleja las pestes más letales que acechan al ser humano, esas que, desde cuando abandonó las cavernas, se enraízan en su espíritu, atizando sus ansias infinitas de poder y la gula insaciable por el oro, cueste lo que cueste.
Por su parte, desde hace muchísimos años, la ciencia médica, de manera empírica, descubrió el poder sanador de la mecedora para extinguir taquicardias, frenar contracciones antes de las nueve lunas, extinguir rabietas sin tener que acudir a ‘Marín Moreno’ –La penca que saca lo malo y mete lo bueno–, bajar de las nubes la presión arterial, regalarle toneladas de aire fresco a los pulmones, doblegar el insomnio, pintar con luces y esperanzas las ideas descabelladas.
No es extraño observar que, prestigiosos galenos aquí en Cartagena y en todo el planeta, como los cardiólogos Kendell Piñeros, Darío Morón, Orlando Navarro, Agustín Carmona, Aristides Sotomayor y los siquiatras Cristian Ayola y Francisco Barrios, entre muchos otros, formulan: “R/ Una mecedora”, pero eso sí, para evitar malos entendidos con sus colegas, la entregan sin firmar, eludiendo sellos y membretes.
La mala noticia: ya no queda espacio para la Mecedora y sus terapéuticos balanceos conectados a la Pacha Mama. A los hogares, desde hace mucho tiempo, les castraron los patios, las terrazas, los andenes y ahora, embalsamados prematuramente en sarcófagos de cemento y varillas, pretenden dejarnos sin pensamientos ni palabras.
Henry Vergara Sagbini
Sobre el autor
Henry Vergara Sagbini
Rocinante de papel
Profesor y médico. La columna “Rocinante de papel” es una mirada entrañable a la historia y geografía del Caribe, y en especial de Cartagena (ciudad donde reside el autor).
0 Comentarios
Le puede interesar
La televisión también sirve a las iglesias
La Constitución Política de 1991 consagra la separación del estado colombiano de la iglesia católica, otorgando autonomía a sus ...
Tlön: más que un bar, un promotor cultural
La historia de Tlön bar empieza a tejerse con los deseos de los hermanos Carlos Cesar y Guillermo Luis Silva y su amigo Freddy Calde...
Llantas y neumáticos: ¿cómo elegir los mejores?
Las llantas y neumáticos tienen una tarea super importante: asegurar una buena conducción incluso en terrenos inestables a causa ...
Un paso más contra la violencia de género
El pasado mes de diciembre tuvo lugar en la sede de la ONU en Nueva York el Foro de Contrapartes sobre la prevención y eliminación de...
Tucu
Su saludo no pudo ser más particular: “No joda, viejo Toty, yo odio el 15 de mayo, la madre…”. Esto decía mientras parqueaba ...