Ocio y sociedad
Sexualidad y erotismo en la pareja: cómo afrontar la apatía e introducir nuevas ideas
En plena pandemia, Roberto se encerró poco a poco en una burbuja. La apatía de la cuarentena, el estar conviviendo a diario con las inquietudes y los miedos, pero sobre todo la falta de tiempo debido a las tareas acumuladas, le llevó a reducir los momentos de fantasía con su pareja y consolarse con diferentes sitios webs pornográficos, en busca de una satisfacción rápida.
Así es como descubrió unos lugares en donde se relajaba rápidamente antes de meterse en el trabajo (entonces desde casa) o apresurarse en hacer las tareas acumuladas en casa. Entre esas páginas, descubrió la de bingo porno xxx, que respondía a sus expectativas porque era abierta y diversa en sus contenidos.
Durante semanas y meses mantuvo esa rutina que le aliviaba la mente y aligeraba el cuerpo, hasta que su mujer lo descubrió en pleno acto de auto-satisfacción. La situación fue un choque para ambos. Roberto nunca se imaginó dando explicaciones sobre lo que para él llegó por casualidad y se había establecido como un momento de intimidad, y Jennifer, la esposa, nunca pensó que su marido se extasiaría mirando a otras mujeres teniéndola a ella, ahí, en la misma cama.
Las explicaciones llegaron. Ambos estaban demasiado cansados para todo. Ambos pasaban al lado del otro sin mirarse, perdidos en las preocupaciones económicas, y, para colmo, absorbidos por la educación de dos niños de corta edad. Roberto prometió rectificar esa práctica, mientras que Jennifer se comprometió a crear más espacios para la pareja.
En un momento de soledad, la esposa exploró la web que había mencionado su marido y se sorprendió al descubrir una cantidad abrumadora de porno colombiano. Había de todo y de todas las formas, y eso la atormentó. ¿Cómo es que su marido miraba a mujeres de otros colores, de senos grandes, hiper flexibles, en posturas acrobáticas, mujeres mayores, mujeres más gordas, más peludas, en lugares exóticos o compartiendo con amigas?
Se acomplejó primero por la simple posibilidad de que en estos vídeos encontrara lo que no estaba disponible en su casa, y, luego, se angustió con la simple idea de que Roberto tratara de establecer contactos directos aprovechándose de los “chats”, de las “Web cams” o “salas de visualización”. Ella no entendía ese mundo. Lo veía como algo altamente amenazante, y así se lo hizo saber a su esposo, a pesar de que habían reiniciado de manera compulsiva sus actos amorosos.
El amor volvió a restablecerse, pero sin la tranquilidad de antaño. Y a las pocas semanas, Jennifer y Roberto volvieron a discutir porque la esposa descubrió la huella de una página web en el navegador del marido. En ese momento, ella insistió en que vieran un sexólogo y la cita se hizo, pocos días después. La mujer que les atendió comprobó que nunca había habido infidelidad, que ambos se amaban, y que, además, siempre habían disfrutado plenamente del amor. “Entonces, ¿por qué no se dan una oportunidad y miran el contenido de la web juntos?”, propuso la sexóloga para que ambos encontraran un punto de reconciliación. “¿Por qué no se toman un vinito una noche y miran juntos algunos de los xvideos? Tal vez se atrevan a jugar nuevamente con el amor y descubran algo que les apasione”.
La recomendación de la sexóloga asombró a la pareja. Al principio no supieron cómo interpretarlo. Era como romper un enorme muro que se había construido en el silencio. Era como derrumbar convencionalismos que habían crecido con el nacimiento de los niños. Y, sin embargo, a los dos días, Jennifer apareció en el cuarto matrimonial con una malicia juguetona, una ropa ligerita, una copita de champán, y una propuesta indecente: ¿Y si miramos unos vídeos y, luego, grabamos el nuestro?
La respuesta no se hizo esperar. Desde ese instante, volvieron a revivir grandes momentos (y grandes fantasías). Se dieron cuenta que la solución estaba en tomar el tiempo y permitirse jugar. Divertirse y sondearse. Siempre lo supieron, pero lo habían olvidado...
Verónica Salas
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