Opinión

El deterioro del tejido social de La Paz (Cesar)

Carlos César Silva

07/03/2013 - 07:00

 

La Paz (Cesar) / Archivo Panorama CulturalDe acuerdo a un estudio adelantado por el Centro de Investigaciones Sociales y Económicas, CISE, de la Universidad Popular del Cesar, en asocio con la fundación Ecopetrol Energía para el Futuro, el negocio del contrabando de combustible ha deteriorado, además del medio ambiente y el orden institucional, el tejido social del Municipio de La Paz (Cesar).

Esta localidad tiene alrededor de 17.000 habitantes en su casco urbano. El estudio del CISE expone que la tercera parte de dicha población vive del mercado ilegal de la venta de hidrocarburos (gasolina y ACPM), lo que indica que no menos de 6.000 personas, subsisten, directamente, de este negocio.

Por otro lado, el estudio del CISE también plantea que 1.200 viviendas son utilizadas para el almacenamiento y expendio de hidrocarburo de contrabando. Y que, de los 1.111 “pimpineros” caracterizados, 329 relacionaron a 470 familiares más vinculados en el negocio.

Sin embargo, el tema más preocupante es el que se refiere a los niños y jóvenes que están abandonando sus estudios para entrar a hacer parte de la denominada: “Bonanza de la gasolina”.

La investigación realizada por el CISE sobre el censo de la población dedicada al comercio informal de combustibles en La Paz, muestra que el 27.2 % de la población encuestada es iletrada y el 58% tiene niveles educativos muy bajos para aspirar a empleos calificados. Y que el 9.1% son técnicos y el 4.1% tiene títulos universitarios.

Muchos niños y jóvenes de La Paz renuncian a la posibilidad de obtener una formación académica, que les permita acceder a un empleo formal y mejorar sus condiciones de vida, y optan por inmiscuirse en el negocio del contrabando de combustible, dedicándose no sólo al expendio, sino también al transporte de los hidrocarburos, desde La Guajira hasta La Paz, trayecto en el que ponen en peligro sus vidas, esquivando a las autoridades policivas con maniobras de todo tipo: la denominada “caravana de la muerte”, ha registrado más de cinco accidentes fatales en los últimos 12 meses.

Algunas personas con carreras técnicas y profesionales también entran a hacer parte de este negocio. Unas lo hacen con la excusa de que no encuentran oportunidades para acceder a trabajos formales, otras porque crecieron en ese ambiente y no tienen la suficiente formación cultural para abandonarlo, y otras por pura ambición.

El negocio del contrabando de combustible ha deteriorado el tejido social de La Paz, porque la llamada “cultura de la ilegalidad” ha invadido peligrosamente a los valores familiares, ha provocado el aumento de la deserción escolar, ha seducido a algunos profesionales que pierden la esperanza de trabajar dentro del marco de la ley, y ha promovido el irrespeto a las instituciones políticas y sociales.

Además, como consecuencia de este negocio, hay altos índices de venta y consumo de drogas, la delincuencia común ha aumentado, los lugares públicos (bares, estancos, parques) se han convertido en escenarios de trifulcas callejeras, y las aceras invadidas por las ventas de combustible han generado un ambiente de contaminación, hostilidad, y pesimismo.

Los desmanes producidos por el negocio del contrabando de combustible, han hecho que se le reste importancia a los valores históricos de la cultura de La Paz, localidad que hoy tiene ante la región, el país, y el mundo, una imagen de conflicto, atraso, e intransigencia.

Se olvida, por culpa de un negocio ilegal que ha deteriorado en los últimos años el tejido social de La Paz, el aporte cultural y folclórico que este pueblo le ha hecho a la humanidad (La dinastía de los López, José Francisco “Pachito” Mejía, La banda de La Paz, etcétera). Se olvida que figuras relevantes para la región, como es el caso de Alfonso Araújo Cotes y Milciades Cantillo Costa, son oriundas de este Municipio del norte del Cesar.

Hoy se refieren por todas partes a La Paz, como “La tierra del contrabando de la gasolina”, y no como “La tierra de las mujeres trabajadoras”, la tierra de esas matronas que sin importarles la inclemencia del sol de la Costa Caribe, salen con una batea en la cabeza a vender sus almojábanas: “el segundo pan del mundo”.

 

Carlos César Silva

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