Opinión

Pedro, el irreverente

Wladimir Pino Sanjur

27/05/2019 - 05:55

 

Pedro, el irreverente

Pedro Antonio es un viejo amigo de tertulias políticas y charlas futbolísticas, además, un compañero con el que comparto aficiones como la de la lectura, el cine, entre otras.

Traigo a colación a este personaje, pues, amanecí pensando en muchos de sus anécdotas: Pedro es especialista en perder el tiempo, en ocuparse en no hacer nada, por tanto durante mucho tiempo instalo en su oficina en el Almacén Éxito del centro de Valledupar –así autodenominaba la mesa contigua al lavamanos en la cafetería del Éxito– llegaba desde las 11 de la mañana y se iba a las 6 de la tarde, ahí con aire acondicionado disfrutaba leyendo los periódicos, revistas y libros sin necesidad de comprarlos.

Para esos días yo almorzaba en el centro, entonces tomé como costumbre almorzar en el Éxito y tertuliar con Pedro los medio días. Una vez conversábamos de religión, y otro amigo que se sumó a la charla, nos daba una catedra del buen cristianismo, de los deberes del hombre espiritual y de la promesa de la vida después de la muerte.

Pedro observó al amigo de arriba abajo, como buscando algo por dónde empezar a rebatir sus argumentos, hasta que vio colgado en su cuello una cadena de plata con un dije grande en forma de Cruz. Pedro se acercó y tomó en su mano el crucifijo y sentenció una de las frases más contundentes que haya escuchado en mi vida: “Si Jesús hubiera muerto ahogado, viejo Wlady, te aseguro que los cristianos cargarían en vez de cruces en el cuello, un balde de agua en la espalda”.

Entre risas y choques de manos, me despedí rumbo a mi lugar de labores. Otro día lo encontré con el periódico El Tiempo abierto en la página de deportes, y él, a penas me vio, dijo: “Mire, viejo Wlady”, señalándome con el dedo índice un titular de prensa que decía: “James le prestó su jet privado a Arturo Vidal para viajar a Barcelona”. A mí me sorprendió la noticia y me alegré por ese gran futbolista colombiano que ya tenía avión privado. Por su rostro noté que a Pedro algo le incomodaba de la noticia, entonces le pregunté: “Compa, ¿por qué no se alegra por James?”. Él, con rostro adusto, me dijo: “No es por James, a la hora de la verdad yo ni lo conozco, pero no es justo que un hombre pateando un balón gane tanta plata y mi hermano Alberto que es médico de la Universidad de Buenos Aires y especialista de nefrología, la semana pasada para ir a Villavicencio se tuvo que ir en Copetran”.

En un primer momento, lo tomé como una de sus brillantes ocurrencias, pero hoy, años después, creo que es una verdad y una injusticia real. Con Pedro era difícil no hablar de dinero, siempre tiene el deseo de ganar dinero de una manera fácil, rápida y en abundancia, por tanto es un aficionado de las loterías y los juegos de azar que pagan jugosos premios, un buen día lo encontré alegre en Cinco esquinas, y en el camino hacia el Almacén Éxito le pregunté porqué estaba tan alegre y, él, dándome un golpe en la espalda, me respondió: “Sencillo, mi querido jurista, yo, tengo dos días felices y dos días tristes en la semana, los días más felices son los miércoles y los sábados y los dos días más tristes son los jueves y los domingos”. Yo, esperando una de esas respuestas que él sólo sabe dar, le pregunté: “¿Éche y eso por qué?” y él con una sonrisa burlona en el rostro me dijo “estimado hombre de letras, usted no ve que los miércoles y sábados tengo la ilusión de ganarme el baloto y los jueves y domingos me levanto con la funesta noticia que sigo siendo pobre”.

En ese afán de volverse rico de la noche a la mañana, escuchó hablar de las iglesias evangélicas y los cultos de prosperidad. Entonces, por esos días hablaba de las camionetas y casas lujosas de los hermanos de la congregación, de fincas y negocios productivos, del universo y la conspiración de Jesucristo hacia sus amigos para hacerlos prósperos y millonarios, yo no le rebatía nada, solo lo escuchaba y me alegraba que estuviera asistiendo a la iglesia, pero un día dejó de comentarme sobre la iglesia y yo le pregunté qué había sucedido, entonces, me contó de los cultos de prosperidad y la fe que le había puesto a esos rituales, pero que un día le miró el cuello de la camisa al pastor y se sorprendió de verlo todo desgastado como llamando ruina, contrastando con la palabra que predicaba, pero que él lo pasó por alto pensando en cualquier descuido de la mujer.

En una de esas me miró a los ojos y me dijo: “Wlady, un cuello lullido lo tiene cualquiera, pero, nojoda, el man, que me iba a volver rico a los días, lo vi en pleno callejón sin pavimento del barrio la Nevada saliendo de una casa humilde en una bicicleta que se le salía la cadena. Entonces yo me puse a pensar, nojoda, si no se ha vuelto rico él, qué esperanzas tengo de volverme rico yo, así que regresé al mundo, mi hermano”. Hoy Pedro no está en Valledupar, dicen los amigos en común que está en Bogotá y que su rutina está entre la Biblioteca Luis Ángel Arango y el centro Cultural García Márquez, y que sigue ejerciendo el oficio que más le gusta “Leer periódicos y revistas gratis y que complementa su tiempo no haciendo nada”.

 

Wladimir Pino Sanjur

1 Comentarios


Leonardo 27-05-2019 10:51 PM

Bacano, estan publicando algo cercano a lo meanstream pero con propiedad e imagenes cercanas. Con esto quiero decir que están trbajando en esa mirada cotidiana al caribe Colombiano,, dinámicas de urbes caribeñas , es decir realidades de la región en términos urbanos y concretos. Y estas son asociones de varias partes del Caribe, es decir, estás dinámicas son variables generales de la región, en términos sociales, pueden ser observadas a menudo en esos cuerpos sociales que pueden ser examinanados en entornos modernos, asociado a reuniones que se desarrollan en centros comerciales. Obteniendo material para elaboración de este tipo de narraciones, teniendo resultado en imagenes, signos y significados de los mismos. Así mismo puede generar alguna descripción de lo cotidiano, lo que sucede en las calles y sitios como estos, puede extraerse esas imagenes y desarrollar discursos sobre algunas singularidades que permiten analizar la estructura social, a lo Peter Wilson en las travesuras del cangrejo, donde a partir de ese tipo de imagenes desarrolla todo un discurso explicando la estructura social caribeña. Permitiendo generalizar en cuanto a la homogeneidad del caribe, es decir, discutir sobre ello y plantear una serie de discusiones. Teniendo en cuenta que ir más allá de las conductas morales como la irreverencia puede dar cuenta de un contexto socio cultural y de un deseo de superación del sí mismo, a eso me refiero cuando toco el termino singular. Por otro lado entender la irreverencia en este caso, sería considerarla como una forma de deseo de superación del sí mismo, algo usual en la estructura social caribeña, un deseo de mantener una imagen ante el otro y por ello se justifica las esperanza tranformada en felicidad cuando Pedro, compra un billete de loteria. Este es mi comentario, es decir, lo que reflexione luego de leer el texto, teniendo en cuenta que últimamente me encuentro siendo un lector de su blog, así mismo decirles que mi comentario está relacionado a un analísis de perfil antropológico.

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