Opinión
Antes y después del coronavirus
En el confinamiento obligado a causa del COVID 19, ciertamente hemos tenido tiempo para meditar y tomar decisiones hacia el futuro. Volveré a uno de mis hobbies preferidos: escribir artículos sobre la cotidianidad. Y precisamente, ésta primera columna está relacionada con la emergencia que vive el mundo. La ocasión ha desnudado muchas falencias en distintas latitudes, sin embargo, me centraré en nuestro entorno porque ofrece material suficiente para el análisis.
La falta de visión y proyección de nuestros mandatarios para establecer prioridades e invertir de manera acertada en la época de bonanza, persiste. Solo hoy han descubierto que es más importante tener un buen hospital o puesto de salud que despilfarrar el dinero en fiestas folclóricas sin ningún rédito o en plazas y parques costosísimos; se priorizó la inversión en cemento a la de educación y fuentes de trabajo independiente. Hoy es más notorio las instituciones educativas inconclusas y los ambientes deplorables en que un profesor imparte educación y un alumno la recibe. Ningún municipio minero le cumple a sus ciudadanos con servicios óptimos de saneamiento básico. El desorden fiscal y gasto epiléptico del presupuesto público, se convierte en denominador común para las administraciones; carecemos de planes maestros en los servicios públicos, de políticas públicas que direccionen el camino del desarrollo y bienestar social.
Las cifras no mienten, si antes de esta crisis sanitaria el índice de pobreza monetaria era alarmante, después de ella se agudizará, igual suerte corre el desempleo, ningún gobierno ha manejado con seriedad el tema de oportunidad laboral; nuestra juventud crece desesperanzada, algunos se preparan en labores técnicas o tecnológicas, pero no hay demanda.
La sensibilidad social, término desconocido, debería ser un requisito necesario para aspirar a cargo de elección popular; la indolencia es otro virus contra el cual hay que luchar. Muchas personas deambulan por calles sin nada que comer; la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución juvenil es materia aplazada y la indiferencia oficial, mayor.
Lo anterior ha desencadenado un estado de inseguridad como réplica de la misma capital Valledupar y cualquier municipio de un departamento que maneja demasiado dinero, pero extremadamente pobre, en un contrasentido incomprensible. Vendrán días difíciles con una economía en recesión y encontrar el equilibrio, que no lo había antes, será tarea a largo plazo.
El futuro impone austeridad, planeación en todo sentido, creatividad y responsabilidad para saber decir No cuando sea necesario. Nadie estaba preparado para enfrentar la emergencia que un virus le impone a la humanidad, es una lección para aprender y cambiar muchas costumbres y estilos de vida. Ahora nos damos cuenta que el listado de cosas importantes cambió.
Pedro Miguel Peinado.
@Pmpeinado
0 Comentarios
Le puede interesar
Papá por primera vez
El 24 de junio de 1976 tuve la experiencia más maravillosa que puede tener un hombre, ese día sentí como nunca una intensa emoci...
Un país sin doliente
La verdad sea dicha. Hemos pasado por un año trágico, nueve meses han trascurrido y sólo se aprecian baches y desaciertos. Cientos d...
Carta abierta al alcalde Mello Castro
Señor alcalde, decidí que mi primera columna de opinión del 2020 sea esta respetuosa misiva dirigida a usted en virtud del inmen...
Al éxito ahora se llega de otra manera
A comienzos de esta semana, me llama desde Barranquilla el abogado guajiro Euro Amaya, uno de mis buenos amigos, que a la vez hace ...
El emporio de la mediocridad
No, no olvido cuando Tuto, siendo candidato a la alcaldía, dijo que convertiría a Valledupar en un Distrito Turístico, Cultura...