Opinión
Editorial: Valledupar y su posicionamiento internacional
En los últimos días, la posibilidad de un hermanamiento de la capital del Cesar con otra ciudad del sur de Francia (Montpellier) ha sublevado diversos debates sobre su posicionamiento o reconocimiento a nivel nacional e internacional.
Si es cierto que un acercamiento puede beneficiar a Valledupar –en gran parte, por las mejoras que esto supondría en términos de calidad de vida, desarrollo y gestión–, también hay que reconocer que esto no garantiza un posicionamiento de la ciudad a nivel internacional. No olvidemos que Valledupar ya se hermanó en un pasado no tan lejano con la ciudad mexicana de Monterrey y no por eso Valledupar ha ganado en prestigio.
Los convenios o procesos de intercambios entre ciudades aportan nuevos conocimientos, ayudan a resolver ciertas dificultades, e incluso a impulsar ciertos sectores económicos, pero poco más.
La clave de un posicionamiento de la ciudad de Valledupar y de su visibilización reside en encontrar un proyecto de largo plazo que genere una expectativa y una identidad de gran alcance.
Dicho en otras palabras: un gran hermanamiento sin “un Gran Proyecto de Ciudad” tendrá un efecto muy reducido. Se trata, entonces, de pensar con ambición, ver más allá de las necesidades inmediatas y desarrollar un plan que permita proyectar a Valledupar como una ciudad de interés estratégico.
El presidente de la Alianza Francesa de Valledupar, Arturo Quintero, lo expuso en su presentación el pasado martes 6 de noviembre cuando evocó la importancia de crear proyectos a 20-30 años vista, sólidos y permanentes, que beneficien a toda la comunidad y sean visibles desde el exterior.
Como ejemplo, el presidente de la Alianza mencionó la ciudad de Medellín que entendió la necesidad de solicitar un préstamo para financiar un proyecto de transporte público innovador que aporte valor a la ciudad, pero otros ejemplos pueden ayudarnos a entender la magnitud del esfuerzo o del plan a realizar.
En Europa existen múltiples ciudades que se han destacado en la última década por el desarrollo de proyectos ambiciosos. Entre ellas está la ciudad de Valencia que, además de convertirse en una de las ciudades marítimas más atractivas de España (gracias al patrocinio de eventos de vela y otros deportes acuáticos), también optó por potenciar las ciencias y la tecnología con la construcción de la Ciudad de las Ciencias y diversos polos de actividad atractivos para la investigación.
El caso de Montpellier en Francia es interesante porque alude a una ciudad de tamaño mediano –como Valledupar– que ha sabido convertirse en una referencia para la educación, la calidad de vida y el desarrollo empresarial en la costa mediterránea.
Pero si nos atenemos a ciudades del continente latinoamericano, descubrimos el caso de la ciudad de Curitiba: una ciudad brasileña de gran tamaño que ha logrado posicionarse como una referencia ecológica en un plazo de 30 años gracias a un proyecto urbano promovido por un amplio equipo multidisciplinar de arquitectos, urbanistas, ingenieros y ambientalistas.
También podemos señalar el caso de Portland en Estados Unidos (Estado de Oregón), una ciudad que ha conseguido integrar las actividades individuales (deportivas) y la movilidad dentro de su casco antiguo y convertirse en un modelo de bienestar urbano.
Los ejemplos no faltan. Es una realidad. Lo que se requiere en todo proyecto de posicionamiento es planear y decidir lo que queremos ser en un futuro, construir una marca y llegar a un pacto que pueda pasar a través de las generaciones sin el riesgo de ser borrado por una simple alternancia política. Ése es el gran reto.
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