Pueblos

El poblamiento de la ciénaga de Zapayán

Álvaro Rojano Osorio

06/12/2021 - 04:43

 

El poblamiento de la ciénaga de Zapayán
Una vista a la ciénaga la Zapayán / Foto: Linda E. Aragón

 

La primera información que tuvieron los españoles sobre la ciénaga de Zapayán la recibieron de un grupo de soldados que exploraban las orillas del río Magdalena. Estos, buscando comida, la descubrieron y la llamaron “Quescorrucio”, como identificaban, por su pequeña estatura y su pelo cano, a quien los comandaba (De la Rosa. 1945); después, la identificaron como “Coscurrucio”. Del nombre que recibe hoy se indica que, según la tradición oral, es el derivado de Sapayán, como llamaban al cacicazgo cuyo liderazgo se ubicaba en Martinete, a orillas de la ciénaga, lado del municipio de Pedraza, y quien gobernaba a los indígenas ubicado en torno al humedal.   

De cuándo sucedió el descubrimiento, la información que suministra el Alférez De la Rosa (1545) no lo permite establecer; sin embargo, debió suceder en las primeras incursiones de los españoles en las orillas del río Magdalena, dadas después de 1530. Cuando fue explorada por los españoles estaba poblada por aborígenes a los que llamaron, inicialmente, Caribe, debido al lenguaje y a la manera de hablar parecida a los caribes de la isla de Dominicana (Herrera. 2007), después, Chimilas.  

Este humedal se encuentra en el centro del departamento del Magdalena, en la zona en la que, según Edgar Rey (2012), se concentraba el mayor número de Chimilas, y donde se ubican los municipios de Tenerife, Plato, Sabana de San Ángel, Nueva Granada; Zapayán, Chivolo y Ariguaní.   

Según la tradición oral, fray Luis Beltrán, después de 1565 o 1568, cuando fue designado como sacerdote en Tenerife, adelantó el proceso de catequización en Zapayán. Presencia de quien después fue santo, que llevó a la creación de la leyenda que este, tras brincar de norte a sur y por encima del humedal, dibujó sus pies sobre la piedra que cayó, de donde tomó el nombre Piedras Pintada.  Veneración al santo que llevó a Pedro Blanco a identificar como San Luis Beltrán de Heredia a la población que fundó, en 1793, en el peñón de Heredia; y a que los habitantes de Punta de Piedras, en tiempos republicanos, lo adoptaran como santo patrón.   

En 1752, cuando José Fernando de Mier y Guerra, adelantaba el proceso de reducción y extinción de los Chimilas ubicados a orillas del río Magdalena con el fin de poblar sus costas, la ciénaga permanecía habitada por indígenas a los que este funcionario de la colonia identificó como flecheros y que, además, llevaban una vida licenciosa y de asesinatos. Pronunciamiento que hizo justificando la fundación, ese año, de San Luis Beltrán de Sapayán (Heredia), argumentando, entre otras razones, que con ella se evitaría que los aborigenes catequizados y sujetos a las leyes coloniales, pescaran y compartieran en el humedal, con los que se resistían a ser sometidos por la colonia. 

El poblamiento por mestizos de la ciénaga de Zapayán  

Los siglos XVII y XVIII fueron los del poblamiento, por parte de mestizos de todos los colores, de la mayoría de las laderas del río Magdalena. Lo que comenzó en 1542 con la fundación de Tenerife, se intensificó a mediados del siglo XVII, con la aparición de un número importante de poblaciones en el Bajo Magdalena, y continuó en el decimonónico con el surgimiento espontaneo de otras localidades.  

Proceso poblacional de la que no fue ajena la ciénaga de Zapayán, especialmente después de la guerra de independencia, lo que fue inducido por distintas razones, entre ellas, un violento proceso de ruralización de la población que vivía en diferentes centros urbanos, como quizá no sucedió en otras regiones del país, e impulsado por hechos como las guerras de independencia que significaron numerosos enfrentamientos armados que causaron la ruina de varias ciudades, cuyas destrucciones provocaron la huida de sus habitantes (Corpes Costa Atlántica. 1993).  

También lo fue por las guerras intestinas que se produjeron en Colombia después de la Independencia, las epidemias de cólera y viruela, y la promulgación de normas que buscaban sujetar a los libertos entre los 18 y los 25 años a los patrones para “educarlos e instruirlos” en algún arte u ocupación (Fals, 2009). Igualmente lo impulsó la apropiación de tierras baldías, lo que se traducía en la explotación de tierras vírgenes y la expansión del modo de producción campesino basado en el trabajo libre en fincas pequeñas y medianas (Fals, 2002). No olvidemos que fue a tierras de estas características donde llegó un pequeño grupo de ocho familias que se estableció, en 1840, al lado de la quebrada de Bálsamo, inmediato a la ciénaga, para extraer aceite de árboles de bálsamo y tolú, y quienes fueron los primeros pobladores de Santa Cruz de Bálsamo.

El corte de madera, en tierras vírgenes circundantes a Punta de Piedra, dinamizó el poblamiento de las orillas de la ciénaga, lo que sucedió con la llegada a este lugar de Antonio Pimienta. Pimienta llegó cortando madera hasta Flores de María, la que era transportada en balsas desde Punta de Piedras hasta Barranquilla, por lo que es usual escuchar que parte de la madera que sostiene las viviendas del centro histórico de esta ciudad fue extraída de los alrededores de este humedal. 

La pesca también coadyuvó en el proceso de poblamiento de las orillas de Zapayán, sucedió en Punta de Piedras donde fue una familia de pescadores, liderados por Cecilio Calvo, la que levantó las primeras casas. Hecho, que, según la tradición oral, se produjo en 1830 (En la página la alcaldía se indica 1800).  De Calvo y su familia se menciona que era de Robles, Bolívar, lo que hace dudar de cualquiera de las dos fechas, por cuanto, para entonces, el lugar donde se dice que este nació, no existía. Afirmación que hacemos basados en Ezequiel Corrales (1999) quien compiló las normas expedidas por el Estado de Bolívar desde 1811 hasta 1877, y solo en 1856 se menciona a esta localidad como parte del distrito de Barranca Nueva.  

La mención para esta fecha nos lleva a estimar que el surgimiento de ambas poblaciones debió ocurrir después de 1849, cuando la revolución liberal de mediados de siglo, que, con la abolición de cargas tributarias de origen colonial, impulsó la aparición de nuevas localidades a lo largo de la geografía del Caribe colombiano (Ramírez, 2019). Aunque en Robles se asegura que hubo dos hechos fundacionales, la instalación de un grupo de persona, liderados por Pio Zabaleta en lo que llaman Roble adentro, y la ubicación en el lugar donde se encuentra organizada por el general José Prudencio Padilla, lo debió ser a principios del siglo XIX.

De otro lado, tenemos que, Punta de Piedra solo es mencionado como localidad que hacía parte del Magdalena en una norma estatal de 1868, en la que le asignan la condición de distrito de una de las provincias en la que fue dividido el Estado.  Además, de haber surgido en las fechas que dicen ocurrió, hubiera sido incluido en los actos administrativos expedidos para crear los distritos de Pedraza y Heredia, en 1839, y en los dictados para organizar al Magdalena, en los años 1843 y 1853. 

Lo que sí es indiscutible es que, desde su aparición se constituyó en la más importante comercialmente entre las ubicadas a orillas de la ciénaga y en la región central del Magdalena. A su importancia se refería Antonio Pimienta en una misiva dirigida a la diócesis de Santa Marta, a finales del siglo XIX, en la que les comunicó sobre la construcción de la iglesia y les pidió la donación de objetos para la liturgia.   

Importancia que estuvo de la mano con la que ha tenido la ciénaga, la que incluso, a finales de siglo XIX fue entregada en concesión para establecer un sistema de transporte fluvial que conectara a parte del centro del Magdalena con los puertos a orillas del río Magdalena. También fue designada como destino de la línea férrea que uniría a Santa Marta con el río Magdalena. 

Las lavanderas de la ciénaga la Zapayán / Foto: Linda E. Aragón

Bomba, Capucho, Piedras de Moler y Piedras Pintadas  

La ciénaga, que pertenece al plano inundable del río Magdalena, se encuentra interconectado con éste a través del caño de Zapayán. Ubicada en tierras bajas, es un cuerpo de agua poca profunda, donde, desde tiempos inveterados el hombre ha pescado. Actividad que estimuló, proceso que aún continúa, el poblamiento de Bomba, Capucho, Piedras de Moler y Piedras Pintadas.   

Zapayán, como ecosistema, ha dinamizado los modos de vida y el lenguaje sociocultural de las poblaciones que la rodean, es el espacio en el que se realiza la pesca y se representa la identidad del pescador (Toncel, Chaves, Silva, Martínez, Rodríguez, 2019). Sin lugar a dudas, esta actividad es la más importante entre las que se realizan en torno a ella, por lo que es evidente su contribución al desarrollo económico y social de las localidades ubicadas en su alrededor.  El pescado, especialmente el bocachico, ha sido el sustento o base principal de la dieta y la comercialización de los zapayaneros.  

Con la aparición de nuevas técnicas de pesca, como el trasmallo, este humedal se encuentra sometido a una sobreexplotación que lo ha degradado como ecosistema. Sobrexplotación que es una de las razones por las que el Consejo de Estado, amparó, resolviendo una acción popular, el derecho de los habitantes de las localidades que la rodean de gozar de derechos colectivos como el goce de un ambiente sano; existencia del equilibrio ecológico y el manejo y aprovechamiento racional de los recursos naturales para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. la conservación de las especies animales y vegetales.   

Pero no solo la sobreexplotación pesquera ha generado el deterioro del espejo de agua, también han contribuido otras actividades económicas como la agricultura y la ganadería, quienes ejercen presión sobre el ecosistema, principalmente por la desforestación, lo que ha conducido a la degradación del ecosistema y la disminución de la biodiversidad (Sentencia Consejo de Estado, 2019).

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía

Consejo de Estado. Bogotá, D. C. doce (12) de diciembre de dos mil diecinueve (2019). Consejera Ponente: Nubia Margot Peña Garzón. Número único de radicación: 47001-23-31-000-2011-00141-01. Acción Popular – Fallo. Actor: José Antonio Olaya Guete.

Corpes Costa Atlántica. (1993). Mapa Cultural del Caribe Colombiano. Santafé de Bogotá. Talleres tercer Mundo.

Corrales, E. (1999). Efemérides y anales del Estado de Bolívar. Selección de Textos. Bogotá, Colombia. Valencia Editores.

De la Rosa, J. (1945). Floresta de la santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta. Barranquilla, Colombia. Biblioteca departamental del Atlántico.

Fals, O. (2009). Los embrujos del Sinú/riqueza agrícola y explotación humana. En: Una sociología sentipensante para América Latina. Bogotá, Colombia: CLACSO; Siglo del Hombre Editores.

Fals, O. (2002). El presidente Nieto, Historia doble de la Costa. Bogotá, Colombia. Universidad Nacional, Banco de la República. El Ancora, Editores.

Herrera, M. (2007). Ordenar para controlar. Ordenar espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVII. Medellín, Colombia. La Carreta Histórica. 

Rojano, A. (2021). Pedraza, fundación, poblamiento y desarrollo. Santa Marta, Magdalena. Editorial Universidad del Magdalena.

Toncel, E. Chaves, L.  Silva, F. Martínez, D. Rodríguez, A. (2019). Entre el agua y la tierra. Las poblaciones de pescadores artesanales del sur del Magdalena: Plato y Santa Barbara de Pinto. Santa Marta, Magdalena. Editorial Universidad del Magdalena.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

2 Comentarios


Elkin Barros Olaya 07-12-2021 02:02 AM

Sin duda un buen trabajo investigación. Resaltó de él, ese hermoso recorrido histórico que usted con su maravillosa pluma realiza entorno a al pasado de nuestri municipio. ¡Excelente escrito mi hermano!.

Luis Roncallo 08-12-2021 10:10 PM

Álvaro no sigas cometiendo el error de ka fecha de algunos que no investigan. La verdadera fecha de conquista y bautismo de Tenerife fue el 20 de enero de 1536 por las Milicias comandada por el canario y capitán Francisco Henriquez como muy claro está registrado en el archivo de Indias. Un abrazo fraternal, Luis Martín Roncallo Fandiño

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