Turismo
Un paseo por Santa Marta y su centro histórico

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En sus calles nace el sentimiento de un pasado glorioso. Santa Marta no fue cualquier ciudad, y menos a la vista de lo que hoy puede llamarse con orgullo su centro histórico.
Balcones de madera oscura ribeteados de ondas y formas que destilan buen gusto. Fachadas blancas y otras coloridas que componen una canción visualmente seductora. Santa Marta sabe expresar lo que contiene en su interior: mucha riqueza histórica y cultural.
No falta señalar esos parques que favorecen el encuentro y los re-encuentros, etapas ineludibles de un paseo en fin de semana. En esos lugares se disfruta la ciudad a la sombra de un árbol o de una sombrilla que ofrecen algunas terrazas de bares al más puro estilo mediterráneo.
Pero toda caminata tiene su principio, y la catedral de Santa Marta debe ser el punto de partida de este gran entramado urbanÃstico. Considerada la primera catedral de América Latina, su construcción empezó en 1765 y se extendió durante más de un siglo debido a los constantes ataques de corsarios ingleses, franceses y holandeses.
En Santa Marta murió Simón BolÃvar y, como resultado, la ciudad es conocida por albergar durante mucho tiempo los restos del libertador. En la catedral destaca una placa que recuerda un solemne desfile efectuado el 20 de diciembre de 1830 desde la Casa de la Aduana (hoy sede del Museo del Oro) para trasladar los restos funerarios. En 1842 estos restos fueron exhumados y enviados a Caracas, la ciudad natal de BolÃvar.
Pero el nombre del libertador de 5 naciones no sólo resuena en los alrededores de esta temprana edificación. Siguiendo el trazado de dos calles que la bordean, descubrimos la exquisitez del espÃritu colonial que impera en el centro.  Y si es cierto que algunas fachadas revelan la ausencia de mantenimiento, predomina siempre la idea de un florecimiento reciente que se apodera poco a poco de cada esquina.
Topamos con los aires de grandeza de una plaza que nos recuerda –otra vez– al gran Libertador: la plaza de Simón BolÃvar. En este punto neurálgico se ubican la alcaldÃa, el museo del Oro y el Banco de la República. La sombra de los árboles brinda un espacio para el reposo y un momento para decidir sobre qué ruta seguir: el camino a la playa o volver a explorar el centro.
El camino a la Plaza de los enamorados, expone la gran oferta gastronómica de la ciudad pero también hotelera. Hostales elegantes instalados dentro de casas coloniales como el hostal de San Pedro, la Casa del Farol o La Casa de Leda se alternan con otros restaurantes variados en un conjunto deslumbrante y entretenido.
El camino a la playa revela dos facetas reconciliadas de la ciudad: su carácter moderno y tradicional. La estatua de Rodrigo Bastidas en el paseo marÃtimo nos traslada a los tiempos de la fundación de Santa Marta. Las figuras de algunos indÃgenas recuerdan la presencia de las cuatro etnias del litoral, mientras que la marina al fondo descubre el desarrollo de los últimos años.
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