Artes plásticas
Francia y la pintura erótica
En Francia, pintura y erotismo no se quedaron atrás. Durante el periodo Rococó, que se desarrolló entre 1730 y 1760, la “pintura galante” o de “estilo galante” (era la forma en la que se llamaba a las pinturas del periodo), el erotismo tuvo también exponentes de la talla de François Boucher, para empezar.
Incluso hay muchos que lo consideraron el maestro del estilo galante -si bien es a Antoine Watteau a quien se le atribuye la creación del género- y, con sus cuadros pastoriles, sus desnudos y sus temas mitológicos, mostraba a la vez el esplendor por el que pasaba Francia y su decadencia, pues por aquel entonces había una gran tendencia hacia el arte libertino y hedonista -esto es, sin mucha amplitud de miras y simplemente hecho para darle gusto a los sentidos-.
Pero no crean que Boucher era un pintor cualquiera. Admirador de Watteau y de Rubens, llegó a ser pintor del Rey y a tener como mecenas a la Marquesa de Pompadour, que debió quedar igualmente encantada con su estilo, el cual llegó a rebosar no solo de una inocencia encantadora, sino de una adecuada dosis de fino erotismo para el momento.
El erotismo y Fragonard
La Francia del siglo XVIII no tomó del todo a bien el surgimiento de estas obras que algunos puristas y conservadores calificaban de “pinturas indecentes”, etiqueta en la que incluían tanto las pinturas de Jean-Antoine Watteau como las de una de las grandes eminencias del erotismo en el arte: Jean-Honoré Fragonard.
También, y por cierto, en esos tiempos ya proliferaban los grabados eróticos -que para algunos serían el equivalente de las fotos pornográficas de hoy día, aunque quizás haya quien no esté de acuerdo-, los cuales podían ser llevados consigo, ocultos bajo el abrigo.
Fragonard se volvió un exponente ineludible de la relación entre pintura y erotismo y, aún hoy en día, sus obras siguen siendo ampliamente aclamadas.
A diferencia de lo hecho antes por Antoine Watteau y Jean-Francois de Troy, sus pinturas no son acerca de rituales sociales de seducción, sino que hace énfasis en un involucramiento físico íntimo, en las dinámicas del sexo como una fuerza motriz física, la fricción entre las superficies materiales.
Podemos notar, también, que en las obras de Fragonard la desnudez juega un papel más importante que en las pinturas de sus predecesores, lo que también le ayuda a definir la noción del contacto físico directo entre cuerpos como un aspecto clave en el encuentro erótico.
Para él (y para muchos) pintura y erotismo formaban una gran pareja que por más que el clero y la sociedad con sus imposiciones tambaleantes acerca de la moral intentaran dominar, no iba a ceder terreno.
Memo Alfaro
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