Literatura
Ramón Bacca: últimas palabras
La muerte de Ramón me deja frío.
Hablábamos con mucha frecuencia. Eran charlas largas, plenas de picardía y humor. El 11 de enero recibió y quedó en contestarme algunas preguntas para una entrevista seria y frívola al tiempo. Gozaba de perfecto humor, pese a los achaques de la edad y el encierro impuesto por la pandemia. Se quejaba de la muerte, que le había quitado uno a uno a sus amigos de generación. "Ya no queda nadie de mi edad". Tenía planes. Uno inmediato: encontrar editor para su última novela, Pregúntale a Dante, una pieza corta, un relato rescatado de una novela que, finalmente, se quedó sin aire. "Es mi último canto de pato", me dijo en dos o tres ocasiones mientras me explicaba los ajustes de última hora que le hacía a su nueva aventura. Habíamos quedado en que haría el esfuerzo de vivir más de noventa y que sus amigos estaríamos a su lado para presentar alguna nueva obra suya. "Dios te oiga", agregaba estirando las palabras, a punto de risa. Leía, en su cuarto del ancianato donde se recluyó voluntariamente, obras sobre el origen, misterios y futuro del universo. "No me quiero morir sin saber algo sobre cómo se formó y evolucionó esto".
La literatura colombiana ocupaba parte de nuestras charlas vía celular. El panorama era desconsolador. "Ya no figuramos en el lote principal". Se escribe mejor en otros países del continente, remataba en tono bajo.
Me quedan muchos recuerdos de Ramón, un autor cuya obra reverencio, especialmente sus formidables cuentos.
Su humor, su risa en tono bajo, constituye un género literario, aunque él nunca quiso admitirlo de frente. Fue una de las preguntas del cuestionario que tal vez no haya abordado.
El registro de su voz literaria es una especie de isla feliz. Eso ya se sabe. Queda admirar y divulgar la obra de un hombre que tuvo el suficiente talento para ser distinto y fiel a sí mismo. En ello veo la gloria y la fama que aspiró para sus letras.
Tuvo muchos gestos de cariño para mí. Me dejó, como prueba de amistad, una copia digital revisada de sus memorias: Una vida sin épica. "Te mando esta copia para que reemplaces la versión que te mandé hace algunos años. Eres una de las cinco personas que la tiene".
No me dijo quiénes eran los otros cuatro depositarios de sus memorias. Yo tampoco pregunté. Me comprometí, en cambio, a publicarlas para sus noventa años.
"No creo, pero ojalá Dios te oiga". Dios rara vez escucha.
Ramón Bacca, el irreemplazable cuentista, el feliz periodista, el astuto novelista, ha muerto en la noche del 16 de enero, a pocos días de cumplir 83 años. Quiero creer que murió en estado de buen humor.
Nuestra última aventura literaria fue el volumen Cuentos felinos III, para el que cedió su clásico "El príncipe de la baraja".
Quedan algunas preguntas por contestar. Una de ellas: “¿Qué le debe Ramón Bacca a Ramón Bacca?”. Tal vez, me atrevo a pensar, a contestar por él, la invención de un autor, alguien que a los cuarenta años se deshizo de códigos y abolengos para abrazar las letras y la cátedra, a las que fue fiel hasta sus últimos días.
Clinton Ramírez
Escritor / Santa Marta
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