Música y folclor
Sergio Moya Molina: un contrabandista de amor
El sentimiento se vuelve canción cuando uno ama la vida, cuando disfruta del instante, cuando se esfuerza en reflejar lo que siente con unos versos nacidos del alma. Por eso, Sergio Moya Molina entra dentro de esa categoría de juglares representativos de esta tierra, porque cuando compone lo hace con el corazón.
En una entrevista concedida a Vallenatos Fans en Valledupar, el compositor llegó exultante, rodeado de sus tres hijos quienes conforman el Trío de oro, uno de los grupos más connotados de la música vallenata en guitarra.
Desde el principio, la expresión jubilosa del maestro dejaba entrever un negocio atrevido y una tarde llena de sorpresas. Y así fue. Nada más empezar, Sergio Moya quiso explicar sus intereses.
Lo hizo con una sonrisa pícara, como si estuviese jugando con el público y esperando a ver su reacción: “A mí me gusta el contrabando –dijo manteniendo el misterio–: pero no cualquiera… ¡Me gusta el contrabando de amor!”
Y enseguida, interpretó con un tono alegre “Contrabandista”: un tema que retrata la realidad costeña de las últimas décadas, pero desde una perspectiva distinta. “Esta región se caracteriza mucho por el contrabando –comentó Moya–. Me inspiré de ese ambiente y en vez de traer whisky pensé en traer amor en contrabando”.
En cuestiones de modelos a seguir, Emiliano Zuleta fue uno de sus principales estimulantes. Sergio lo reconoce: “Siempre soñaba con estar metido en sus parrandas hasta que, al final, lo conseguí”.
De sus hijos, Sergio habla con orgullo. En ellos ve el proyecto de una vida, el legado de un esfuerzo sin descanso. “Mis hijos son la continuación de mi música –comentó emocionado–. Cada vez que nos encontramos disfrutamos y terminamos cantando”.
De hecho, las parrandas de los Moya nunca decepcionan. Contienen todos los elementos tradicionales: desde un buen whisky, pasando por el acordeón, los buenos amigos, y, claro está, las bellas mujeres. ¡Que no falten las mujeres!
Pero más que un padre orgulloso y compositor talentoso, Sergio Moya acumula otras facetas interesantes como la de médico. Sus canciones también ofrecen una receta eficaz para ser feliz. “Así como Dios da la llaga, también da la medicina –expresó jocoso–. Y la música puede ser la medicina más poderosa”.
Cuarenta años después de sus inicios profesionales en la música, Sergio Moya se ha convertido en un libro abierto del vallenato: un testigo de los cambios que ha conocido el folclor cesarense.
En los años 60, cuando el vallenato se fortalecía comercialmente con el festival, Sergio empezó a grabar temas. “Empecé cantando rancheras, pasillos y vals –explica–. Esas músicas eran las que se cantaban en aquel entonces”.
En la actualidad, Sergio Moya es uno de los juglares más homenajeados. Ha sido el objeto de un reconocimiento en casi todos los festivales del país pero, para él, el más significativo de todos fue el concedido por la ciudad de Monterrey (Méjico), donde se aprecia mucho el folclor vallenato.
Cuando le preguntan si le gustaría ser homenajeado durante el Festival Vallenato, su respuesta es contundente. “Claro que sí –exclama con una sonrisa– sería el mayor de los honores, pero ese tipo de cosas no se exigen, se esperan sabiamente”.
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