Opinión
Oda a la periodista Lolita Acosta Maestre
El tiempo va perdiendo en sus espejos el perfume juvenil de las sonrisas y la plasticidad festiva de los rostros; pero en el alma, el gozo de las bondades no envejece, cuando la vida es la celebración de las cosas conseguidas con lealtad y se disfruta de los venerables afectos de la familia y los amigos.
Lolita Acosta Maestre era una mujer de espíritu radiante y juvenil, siempre anduvo con el farol de la esperanza, surcando caminos para edificar la transparencia de su proyecto de vida.
En su misión de periodista era como la garza, que vuela sin teñir sus alas y entrega su plumaje blanco a la sonata mestiza del viento: su único pacto es la fidelidad a su vuelo. Lolita fue fiel a sus principios de periodista independiente y demócrata. Las páginas del Diario Vallenato eran una tribuna abierta al civismo, al fortalecimiento de la identidad vallenata, a la defensa de vida y los derechos ciudadanos, a la manifestación de los artistas, a las gestas de los deportistas y a los reclamos de las comunidades. Fue una maestra de apoyo y formación para noveles periodistas y aficionados a la escritura.
A Lolita, no hay que escribirle elegías; hay que escribirle odas, para exaltar su vida y sus virtudes. Sus aportes al periodismo y a la cultura de la región, le dan un merecido pedestal en la historia. Sus ojos no fueron albergues de las sombras del cansancio; fueron racimos de luz en las íntimas soledades de las lecturas y el extenso ejercicio de la escritura.
La responsabilidad del trabajo, muchas veces le exigía romper la formalidad de un horario, el día para ella tenía más de 24 horas. Otras de sus facetas, su apoyo incondicional a las obras sociales y culturales, entre ellas: miembro del consejo directiva de La Fundación Social Cristo Llama a tu Puerta, regentada por Fray Mauro; gestora de la Fundación Reyes y Juglares, Madrina acompañante de Los Niños del Vallenato del Turco Gil, y Jefa de prensa por muchos años de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata. Decía Consuelo Araujo, el Festival es un matriarcado: “Lolita, La Polla Monsalvo y yo, trabajamos todo el año en la organización, y en los días próximos a los concursos es que aparecen los hombres”.
Si a Consuelo Araujo la identificamos con la trinitaria, por su perseverancia y fortaleza para vencer los embates del tiempo y vivir su propia primavera. A Lolita Acosta hay que identificarla con la cayena, esa flor emblemática de Valledupar, que adorna los jardines y lucen las mujeres piloneras.
A Lolita: mi gratitud porque me permitió escribir en el Diario Vallenato. Después fue el puente de mi amistad con la siempre recordada Consuelo Araujo, y me estimuló a escribir en la Revista del Festival Vallenato; también presentó mis libros en Cuba, y por eso fui invitado a un Encuentro Iberoamericano de Decimistas (2009), en La Habana. Pero lo más importante para mí, fue que me brindó su amistad, y pude conocer la calidad humana de su madre Sarita, de sus hijos y hermanos.
José Atuesta Mindiola
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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