Opinión
Todos somos vallenatos
No debemos tolerar que se siga culpando a las personas recién llegadas a Valledupar, sea por razones económicas o de violencia, de los males que ocurren en la ciudad. En lugar de estigmatizar a otros y responsabilizarlos alegremente de lo que nos afecta indaguemos con rigurosidad las verdaderas causas de nuestras desgracias.
Puede parecer un tema menor, pero si permitimos que estos señalamientos tomen fuerza podrían generar mañana las condiciones propicias para acciones violentas contra los llamados foráneos, “esa gente rara”, y fomentar la intolerancia que históricamente ha legitimado el odio contra los inmigrantes en el mundo entero.
Sepan señores que ésta es una ciudad construida por forasteros. Las más antiguas familias vallenatas son de origen patillalero, guajiro, samario, cienaguero, francés, etc. No creo que existan mil personas que puedan demostrar que sus bisabuelos nacieron aquí.
Las ciudades progresan con la inmigración. Esta trae habilidades y experiencias distintas que enriquecen y oxigenan la vida de los pueblos haciéndolos prosperar. Con los campesinos y comerciantes pobres de los santanderes aprendimos a cultivar la tierra, comer verduras y las artes del comercio y la pequeña industria.
No faltaron, en esa época, minorías retrogradas que hostigaron a los cachacos y a los turcos (árabes) responsabilizándolos de incendios de almacenes, robos y la introducción de costumbres extrañas. No obstante, la ciudad le abrió sus puertas y los acogió como a sus propios hijos. Gracias a ellos prosperó Valledupar hasta convertirse en un gran centro regional. Entendimos, por fortuna, que entre más plurales más exitosos seríamos.
Muchos de los nuevos vallenatos carecen de una cultura urbana pero, ¿La tienen los autodenominados vallenatos puros? ¡No! Ese es nuestro gran problema: la general ausencia de cultura ciudadana; de aceptar y compartir reglas, hábitos y costumbres mínimas que nos obliguen a todos por igual, generen sentido de pertenencia y faciliten la convivencia.
Nadie puede lanzar la primera ni la última piedra. Ni los viejos ni los nuevos vallenatos. No hay inocentes. Este desmadre urbano es obra nuestra. Las cosas van al garete porque carecemos de un proyecto común para construir la ciudad soñada, amable, abierta y atractiva.
Nuestro peor enemigo es el escepticismo, la indiferencia, la pasividad, no los forasteros. El cambio cultural es tan importante como la movilidad, la seguridad y la educación. Es el trasfondo de lo que nos aflige. Lo importante no es el lugar de nacimiento sino ser legales y transparentes.
Todos somos vallenatos. Los que llegaron hace 100 años y los que arribaron ayer. Todos merecemos vivir bien. Todos tenemos iguales derechos y deberes. No hay espacio para la discriminación o la exclusión. Valledupar es de todos.
Rodolfo Quintero Romero
@rodoquinteromer
Sobre el autor
Rodolfo Quintero Romero
Causa común
Rodolfo Quintero Romero. Agrónomo. Máster en Economía, especialista en Derecho del Medio Ambiente y Profesor Universitario. Su columna nos invita a conectar con la actualidad cesarense y entender los retos a enfrentar para lograr un crecimiento sostenible y duradero en el departamento.
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