Opinión

Olvido e ingratitud

Arnoldo Mestre Arzuaga

09/03/2017 - 02:30

 

Luis Alberto Rodríguez Valera

 

A lo largo de la Historia se ha demostrado que los grandes hombres que ha tenido la Humanidad, al momento de morir no le son reconocidos sus obras y meritos, y casi siempre es otra generación la que los valora y rinde homenaje.

Napoleón Bonaparte, con su expedición a Egipto consiguió que se descifraran los jeroglíficos. Cuando pudieron leerse, el mundo se enriqueció con estos conocimientos. Gracias a su astucia militar, Francia dominó a Europa por muchos años, fue el único gobernante que imponía jefes de estados en el viejo continente, al igual que un alcalde nuestro nombra inspectores de policía en su municipio. Cuando fue derrotado en Waterloo, su pueblo lo abandona, muere prisionero en la solitaria isla de Santa Helena perdida en el Atlántico Sur, olvidado y acompañado solamente del pequeño regimiento militar que lo custodiaba.

Simón Bolívar, a quien se le debe la independencia de varios países de América del sur, después de conseguir su objetivo, y cuando pensaba fortalecer sus logros creando una gran nación constituida por los países liberados, es derrotado políticamente por sus mismos aliados de la campaña libertadora; decepcionado y esperanzado que lo llamaran para ocupar el mando de nuevo, enfermo y abandonado del país político, muere en una hacienda cerca de la ciudad de Santa Marta.

Si bien es cierto que el personaje de quien me voy a ocupar, no tiene la trascendencia de los que arriba hice mención, si es meritorio de estas líneas por su aporte político a nuestro departamento, al que representó en varias oportunidades y en diferentes dependencias tanto en el poder legislativo como en el ejecutivo.

De origen humilde, y con el carácter férreo de su madre, influenció en las determinaciones que tomaría desde el día en que un grupo de muchachos por hacerle una broma amarraron las escobillas del camino, logrando derribar el burro donde iba montado, rodó por el suelo al igual que el agua que llevaba para los quehaceres de su casa, desde ese momento se  prometió así mismo hacerse abogado para castigar a los actores del hecho.

Después de muchos años de ausencia los cuales invirtió en su estudio básico y profesional y cicatrizadas las travesuras que un día le jugaron unos paisanos. Regresa a su pueblo de Los Venados, convertido en el doctor Luis Alberto Rodríguez Valera, secretario de educación del Departamento del Magdalena, trayendo consigo el decreto gubernamental para construir dos escuelas dotadas de todos sus servicios.

Años después, siendo senador de la república, mitiga la sed de sus paisanos al lograr la construcción del acueducto por gravedad trayendo el agua del rio garupal en su parte alta, como gobernador del Departamento del Cesar son muchas las obras ejecutadas por él para favorecer a su pueblo: asfalta la carretera caracolí Los Venados, pavimenta la calle principal, hace construir una moderna iglesia con su casa cural, logra la interconexión eléctrica para que su gente goce de la energía permanente y otras obras más que en el momento se me escapan.

Han pasado treinta años desde que se produjo su muerte en un lamentable accidente, cuando venía de Pueblo Bello a cumplir un compromiso jurídico en un juzgado de Valledupar. Y es inconcebible que en este pueblo no haya un busto erguido en su honor, tampoco una placa en la casa donde nació, un barrio o una calle que nos recuerde a este ilustre hijo del pueblo que le dio todo a cambio de nada, porque muchas veces rechazaron su nombre negándole el voto.

Solamente en 1995, gracias a la gestión del concejal Lubin Alberto Valera Mojica, quien presenta un proyecto de acuerdo para cambiarle el nombre al colegio de bachillerato Nuestra Señora de la Candelaria por el de nuestro personaje. Este proyecto contó con el visto bueno del alcalde de entonces, Elías Ochoa Daza y de su secretaria de educación Lesvia Francisca Baute García, quien tomó mucho interés para que esto se llevara a cabo, lo que se hizo realidad en el año 2005 siendo alcalde de la ciudad der Valledupar Ciro Pupo Castro.

Sería de gran importancia que para las fiestas patronales el primer pasacalle dijera: “Bienvenido a Los Venados, la tierra de Luis Rodríguez Valera”. También su biografía debería ser de obligatorio conocimiento, tanto en las escuelas como colegios de esa localidad.

Mi intención no es otra que de exaltar a un hombre, ejemplo para las nuevas y venideras generaciones, que gracias a su gran esfuerzo personal, pudo superarse para servir a su gente.

 

Arnoldo Mestre A.

nondomestre@hotmail.com

Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga

Arnoldo Mestre Arzuaga

La narrativa de Nondo

Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.

1 Comentarios


zoraya 09-03-2017 11:43 AM

magnifico articulo felicidades arnoldo

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