Opinión

Ollas de barro

Baldot

23/02/2021 - 05:00

 

Ollas de barro

 

Unos días antes de morir me llamó a mi teléfono celular el señor Don Inimel Numal, un coterráneo de familia extranjera, para que le hiciera un mural para anunciar un aviso de venta de una de sus propiedades. Le respondí: "compadre Inimel, yo no hago esa clase de trabajo ".

Para mí se perdió un sinónimo de picardía y político arcaico de nuestra región, deshonesto como la mayoría de los políticos nuestros que prometen y prometen y se comprometen con el pueblo, quedando mal a su mismo pueblo y, además, hombre que vivió de la política todo el tiempo.

Personalmente caí como tantos amigos en su maquiavélico folclórico engaño, no pagándome unas ollas de cerámicas de barros compradas en el Tolima, piezas que traje con mucha dificultad para que no se me fueran a dañar en el camino, una colección de vajilla de más de 50 piezas que decidí venderle porque me encontraba en una situación desfavorable en la época y quise con el dinero de la venta pagar el semestre de mi hija mayor que estudiaba para ese entonces, explicándole a Don Inimel que se las vendía baratas para que me ayudara con la situación de cancelar dicho semestre, con tan mala suerte que se llevó las ollas, no me las pagó y ni pudo estudiar la hija en ese entonces. Cada vez que lo veía simulaba que le entraba una llamada a su teléfono celular , ponía en marcha su carro y me dejaba atrás viendo un chispero, al final seguí siendo su amigo porque comprendí que nosotros los vallenatos exaltamos algunos personajes de la política que nos roban con su bla bla bla y aún nos reímos y seguimos siendo sus amigos, eso me pasó hace más de 11 años.  

Y cómo no recordar aquella vez que el propio Inimel Numal llegó al almacén terremoto de aquel cachaco llamado Hernando Castro y que, por cariño, le llamaba Terre. Recuerdo que llegó un viernes por la tarde al almacén y, al divisar a su amigo terremoto, le expresó: compadre Terre, vengo a traerte un perfume que te ganaste por la compra de la boleta de la Toyota que te vendí, por ser cliente número uno (rifa que organizaba el hermano Josue Numal desde Santa Marta y que Inimel vendía) es un perfume de mujer para que se lo regales a una de tus tantas novias. Pero la única condición que hay para entregarte este perfume es devolver la boleta de la Toyota para mandársela a mi hermano Josué, en santa Marta, para confirmarle que te entregué el perfume. ¡Es la única condición, amigo terre!.

El terremoto, emocionado por ser un hombre servidor y querendón de sus amigos, le contestó: “¡Uy, hermano! Subamos a mi oficina que creo que debo tenerla allá arriba”. Inimel, colocándole la mano a terremoto en el hombro, subió a la oficina. Recuerdo que sólo con el abrazo desaparecía el cuerpo por la estatura tan grande que tenía aquel Don Inimel. De inmediato, cuando entraron en la oficina, Inimel le sugirió a terremoto: "oye, cacha, gástate un whisky, este viernes está como pa tomarse un trago". De inmediato, Terremoto salió a buscar la botella a la calle 17 al estanco Guatapurí, dejando solo a Inimel en la oficina, y cuando regresó con la botella, para su sorpresa, encontró al visitante revisando y buscando la tan querida boleta por toda la oficina. Terremoto, impresionado, le dijo: compadre, ¿qué se le perdió? Inimel le respondió: “Ombe, cacha, aquí ayudándote a buscar la boleta pa que te quedes con el perfume, ¡ombe!”.

La tarde pasó entre charlas. Se tomaron dicha botella de whisky, cerraron el almacén, Inimel se marchó sin boleta. Los días pasaron y una mañana, estando el terremoto parado en la puerta de su almacén, llegó un lotero y le preguntó en qué había caído la lotería de Medellín, se dirigió a la caja fuerte que tenía en el almacén, y, en sus cosas, encontró la famosa boleta. Le preguntó al lotero: “¡eeeeh ave María, Ombe por dios! Por ésta boleta dejé de ganarme un perfume, dígame, compa, el número de la lotería”.  El lotero muy contento le contestó: “Oye, Terremoto, eres el ganador de la Toyota de la boleta! Luego, expresó el cachaco: ay, jueputa, con razón Inimel quería darme un perfume por esta boleta...

Nosotros, los costeños, aceptamos todas las sinvergüenzuras de algunos personajes para reírnos en reuniones de sus travesuras.

Así recuerdo a Don Inimel, hombre de vestiduras de lino blanco planchada con almidón, de una voz tenor y un abrazo fuerte para saludar a sus amigos. Paz en su tumba.

 

Baldot

Sobre el autor

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Fintas literarias

Uvaldo Torres Rodríguez. “Baldot”. Artista que expresa su vida, su historia, sus sueños a través del lienzo, plasmando su raza, lo tribal, lo ancestral, y deformando la forma en la búsqueda de un nuevo concepto. Redacta su vida a través de la pintura, sus fintas literarias las escribe con guantes de boxeo. Con amor al arte y a la literatura desde niño.

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