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Fotografiando el Viejo Valledupar a ritmo de maratón

Redacción

28/03/2013 - 12:00

 

Ya se había organizado una maratón fotográfica por el centro de Valledupar en un pasado, pero no de forma tan organizada. Por eso, el espectáculo de decenas de fotógrafos rastreando con un fervor desconocido los tesoros de una ciudad abierta a la conquista turística generaba extrañeza.

Desde el principio, los corsarios de ese día se mostraron muy resueltos y ávidos de descubrimientos, listos para una batalla de dimensiones insospechada, pero por encima de todo, respetuosos y admirativos.

Gracias a la Foto Maratón exploraron el centro histórico de Valledupar a viva luz del día y siguiendo las recomendaciones de Alba Luz Luque de AVIVA quien dirigía la ceremonia con tesón al lado de la profesora de fotografía de la Fundación Universitaria Área Andina, Paola Andrea Valera.

Ambas recalcaban las instrucciones de una carta elaborada con minucia donde figuraba el recorrido y todos ellos, los fotógrafos, se entregaban a la labor de investigar y revelar los secretos de cada punto de interés.

Las paradas eran variadas y cuantiosas. En total veinte, diseminadas por el centro histórico, empezando por la torre huérfana del convento de Santo Domingo y siguiendo por la Academia de Historia del Cesar, la Plaza Alfonso López, el callejón de la Estrella y los balcones de los Maestre y de Ustáriz.

Uno de los grandes atractivos de esta maratón era la enumeración de las casas en la programación y la posibilidad de conocer una parte de la historia de la ciudad. Entre ellas estaban la del Señor Oscar Pupo, la de la familia Uhía, Lúquez, Molina Araujo, Martínez Mestre, y muchas más. Todas ellas acompañadas de una breve reseña.

El ejercicio fue placentero y no exento de ejercicio. Quien dice maratón también sugiere competencia (en este caso creativa). Y es que descubrir la ciudad de Valledupar a punta de click fotográfico tiene sus retos: es preciso encontrar un espacio, un instante, una luz, y un enfoque que justifiquen la toma.

Los paparazzis bucólicos de una tarde tuvieron que extraer en menos de dos horas la esencia estética de una ciudad destinada a ser una referencia turística de la región. Pero después de ese desgaste calorífico la recompensa fue grande: el haber descubierto que su ciudad tiene muchas perspectivas que ofrecer y un valor fotográfico único.

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