Literatura

Cuarenta y Tres metros

Diego Niño

01/11/2023 - 04:25

 

Cuarenta y Tres metros

 

Fue suficiente un roce de miradas para que nos conectáramos desde las dos orillas de un río de personas y mesas. Aquella  mujer estaba con su pareja y yo estaba sentado junto a mi esposa. Ella no tardó en descubrir las ojeadas que erraban por los cuarenta y tres metros que nos separaban.

—¿Quién es ella?, —interrumpió una conversación azarosa.

—¿Quién?

—Ella, la que lo mira desde hace una hora.

—¿Cuál? —rematé con la esperanza que se perdiera en el laberinto de interrogantes.

—Eso, hágase el pendejo —objetó.

Poco después, la muchacha se levantó y vino en una vorágine de contoneos que despeinaba las hebras de viento. Margarita, mi esposa, se encrespó. No existe mujer que acepte que otra venga a pavonearse de esa manera en el territorio que no es territorio, ni enclave o consulado, sino un espacio etéreo y escurridizo que tiene mucho que ver con el futuro y poco que ver con la materialidad.

Entretanto yo quería bramar con todas las fuerzas de la testosterona que burbujeaba en los recodos del cuerpo. Y no era para menos: ella, ese imperio de carne y sensualidad, venía a toda vela a mi encuentro sin temerle a la mirada rencorosa de mi esposa, a los susurros que hacían ondular su minúscula falda, ni si quiera a su pareja que la veía desde la mesa. Nada la detenía. Parecía que sólo la impulsaba el deseo de poseerme en un frenesí de sudor y flujos seminales.

Mi cerebro para este momento había apagado todas sus funciones cognoscentes y sólo operaba en modo emergencia. Simultáneamente la especie humana se preparaba para la perpetuación: toda la fuerza de la naturaleza se acumulaba en una región que demandaba litros de sangre.

Ella continuaba acortando la infinita distancia que nos separaba. Margarita la contemplaba con los maseteros y el músculo orbicular vibrando.

Me levanté cuando le faltaban dos centímetros para llegar a la mesa. Las piernas sólo se sostenían por el ímpetu de la reproducción.

—Hola, —dijo en un susurro leve, como el silencio que se filtra entre los versos.

—Hola, —respondí al tiempo que ella continuaba su marcha hasta llegar a la mesa que estaba detrás de mí (donde abrazó a un hombre corpulento).

La sangre se redistribuyó instantáneamente por todos los órganos y extremidades hasta llegar al cerebro (quien dos segundos antes me avisó, a pesar de su avanzado grado de invalidez, que había hecho el ridículo). Sentía que todos me observaban, pero mi esposa era la única que me lanzaba una mirada que helaba la sangre.

—¡Idiota!, —señaló con rabia.

Luego se hundió en la neblina de la indignación. Yo sabía que era lo último que le escucharía esa noche. En unos días, cuando vuelva a hacer uso de la palabra, se referirá a ella como “la zorra del centro comercial”. Me recordará este episodio hasta el final de mis días para hacerme pagar la osadía de haberle demostrado, así sea por un par de segundos, que existe la posibilidad que el futuro puede escurrirse por la rendija de la primera mujer que se contonea descaradamente en un Centro Comercial…

 

Diego Niño

@Diego_ninho

Sobre el autor

Diego Niño

Diego Niño

Palabras que piden orillas

Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.

@diego_ninho

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Luz de Faro, poemario

Luz de Faro, poemario

Este poemario debió ser mi primer libro, pues inicié escribiendo poesía, sin embargo es el tercero. Se tomó su tiempo el ingrato, c...

Cómo escribo yo

Cómo escribo yo

  Yo escribo sentado y ligero de ropa. Específicamente de noche. En un cuarto lleno de santos y pinturas de cantadoras bullerenguera...

El discurso de Gabo: La soledad de América Latina

El discurso de Gabo: La soledad de América Latina

  Tras la muerte del escritor colombiano Gabriel García Márquez (el 17 de abril del 2014), la obra ha vuelto a resurgir con más fu...

Los cuatro reinos fantásticos de Julio Verbel

Los cuatro reinos fantásticos de Julio Verbel

En la sabana de Sucre existen cuatro reinos en los que habitan personajes fantásticos. Duendes, hadas, gnomos y magos acompañan la co...

Las escritoras más sobresalientes de la historia

Las escritoras más sobresalientes de la historia

  Desde Cervantes hasta Balzac, la lista es casi en su totalidad masculina, pues fueron los hombres quienes conservaron la hegemonía...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados