Música y folclor
Leandro, el poeta de la luz
Leandro Díaz, el cantor de la vida, del amor y la esperanza; hoy su espíritu se posa en una nube de versos sobre la arquitectura celeste de su querido país vallenato. La tristeza por su muerte es leve, si la comparamos con el inmenso regocijo que nos ha regalado la grandeza poética y musical de sus canciones; por eso, en vez de llorar por el dolor que nos produce su muerte, los invito a seguir escuchando los memorables versos de sus cantos.
Maestro Leandro, las lamentaciones por su despedida corporal son apenas un agujero de oscuridad, frente al esplendor luminoso de su perdurable obra musical; por eso en vez de llorar, demos gracias a Dios, porque le dio el talento inagotable para la música y le permitió transitar por los largos caminos de 85 atardeceres, y a nosotros porque nos concedió el privilegio de conocerlo.
En palabras del escritor español, Juan Ramón Jiménez, el arte es un instinto cultivado. Es decir, que cuando el ser humano perfecciona su talante poético, su sentir y su pensar son análogos con los criterios de la poesía. En Leandro el instinto cultivado fue la luz, esa luz interior para poetizar: la naturaleza con la simetría de sus colores, el silencio taciturno del viento, los gemidos de los árboles, el plumaje cantarino de los ríos, el pensamiento blanco del caracol, las penumbras de la soledad, el abecedario secreto del amor y hasta las sonrisas de las verdes sabanas.
El profesor Luis Mendoza Villalba escribe: “Leandro fue el maestro que nos enseñó a leer en la penumbra y con el poder de su imaginación acentuó la riqueza espiritual. En adelante y para siempre será un lucero coronado de las estrellas más brillantes del firmamento de la cultura musical de este país”.
El verdadero homenaje a un compositor es detenerse en la meditación de sus versos para que las canciones penetren por las ranuras de la piel y deleiten la alianza musical del corazón y la memoria. La nueva generación de compositores vallenatos debe aprender del maestro Leandro: además, de su humildad, su calidad humana y generosidad, la medida literaria y musical de una canción, la poética del amor para resaltar las virtudes de la mujer, porque la poesía, como el agua mansa de un río, es sempiterna primavera en los jardines del alma.
Leandro era físicamente invidente pero poéticamente luminoso. A manera de epilogo, estas décimas:
En el mundo es conocida / la riqueza de su arte / es Leandro Díaz Duarte / un pensador de la vida / su mente siempre florida / para agradecer a Dios/
por los dones que le dio / de pintar el Universo/ con la pluma de sus versos / y los cantos de su voz.
Leandro eres inmortal / como todos los poetas / ya superaste la meta / de la estancia terrenal / El olimpo celestial / será la eterna mansión / los restos en el panteón / la bíblica profecía/ Tus versos y melodías / son fiesta en el corazón.
José Atuesta Mindiola
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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