Música y folclor
Un legado para honrar el movimiento de caderas de las abuelas
En la tercera vigilia, se paraban de la cama y se dirigían a la cocina para emprender la faena de pilar el maíz. El canto de los gallos, el aroma de café recién colado y la luz siempre presente del lucero molendero acompañaban el ritual de sus caderas moviéndose al ritmo de los golpes del pilón. Era una danza de caderas sin cantos. Entre tanto, los varones madrugaban a cumplir otras tareas como ordeñar el ganado en los grandes hatos en el extenso valle del río Cesar.
Es un relato oral que llegó a oídos de Maritza Viña por medio de su abuela. “Me contaba mi abuela que estaban pilando y ahí no cantaban; era solo el ruido de la mano del pilón ‘tun/tun tun/tun’. Al iniciar el baile del pilón se le anexó el parejo. Se levantaban como a las tres de la mañana porque a las cinco estaban desayunando para irse a trabajar. Era todo un proceso con el maíz: cocinarlo, pilarlo, amasarlo, asar las arepas y todos los días era la misma faena”.
Es esa tradición de las mujeres que la antecedieron en su progenie a la que ella rinde homenaje cada vez que sale por las calles de Valledupar liderando a un centenar de personas de diversos grupos etarios en el pilón Cañaguate, inaugurando con su alegría y su colorido la grandiosa fiesta a la cultura regional, como es el Festival de la Leyenda Vallenata.
Fue un homenaje que nació hace treinta y tres años, relata Maritza. “Estaba Consuelo Araujo Noguera como cónsul en España y llamó a ‘La Polla’ (Cecilia Monsalvo) y le dijo que cómo se haría para adornar el festival; entonces La Polla le dijo: “Armemos el pilón”.
Hasta entonces la referencia que se tenía del pilón, distinta a la faena ancestral, era una especie de parranda andante que salía a las calles los sábados de Carnaval. “No bailaban parejas. Era caja, guacharaca y acordeón, iban por la calle los hombres tomándose sus tragos y las mujeres bailando, todos vestidos normalmente, sin disfraces”, recuerda Viña y añade que “se diseñó el vestido en homenaje a nuestras abuelas, la blusa en chambra y la falda larga con sus arandelas”.
Por estos días se le ha visto con la adrenalina a mil y esa sensación aumenta a medida que se acerca la época del festival. “Yo estoy desde el primero de abril con un estrés terrible porque a raíz de que mi grupo ha ganado, me contactan para que organice otros grupos; enseñarles a bailar, vestirlos, sin salirme de los parámetros”. Estos parámetros hacen referencia a la música, el vestuario y el baile.
Asesora a otros, pero debe estar al frente de su grupo: El Pilón Cañaguate, que hoy conforman cincuenta parejas. “Los pelaos están ansiosos, se la han gozado en los ensayos”, expresa satisfecha y recuerda que “el año pasado estaba con mi hijo Jair y él se puso a mirar el grupo bailando, cuando iba entrando frente al jurado y él se emocionó tanto que se puso a llorar”. La evocación le humedece los ojos y con más pasión en sus palabras añade: “Esa adrenalina, ese gusto, es lo que le pido a los demás grupos: Que no estén pendientes de otras cosas, que se la gocen; el premio llegará si tiene que llegar, pero lo más importante de todo es hacer una buena presentación y disfrutársela”.
Son quince años que cumple el Pilón Cañaguate, tiempo durante el cual ha ganado innumerables reconocimientos dentro y fuera del país. En el Festival de la Leyenda Vallenata han sido siete veces los ganadores en la categoría mayores; en tres oportunidades los han declarado fuera de concurso, además de los segundos y terceros puestos ocupados en varias ocasiones.
Con sus atavíos rinden honor a la tradición de las abuelas, pero también a la flor del Cañaguate, lo cual va ligado a su barrio y al nombre del grupo, que inició con veinte parejas y hoy este año son cincuenta. Su nombre es conocido más allá de las fronteras continentales, al punto de hallar una vez un afiche gigante de su grupo en Montpelier, Francia. “¿Quién lo llevo? No sé” y añade que “me da mucho gusto que yo haya aportado ese granito de arena para la preservación de nuestro baile regional, el único que tenemos en la región porque aquí no hay más. El vallenato, que es una mezcla de paseo y puya vallenata”.
Es así como a finales de abril, se les verá bailando, sonriendo, convocando a propios y visitantes a enamorarse de las tradiciones de esta región donde se le canta tanto a las penas como a las alegrías.
María Ruth Mosquera
@Sherowiya
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