Opinión
Diáspora y génesis afrocaribeñas: el son cubano
“Cibeles tiene más adoradores que Cristo” ( F. Mauriac )
Es común ver la verdad deshonrada por el poder, el desmesurado amor a la riqueza y los placeres. En cambio, cualquier amador de la música la añora por su estructura de saltos sucesivos, como en los coros griegos y versículos de los profetas, y por atender siempre los ritmos naturales del lenguaje, los movimientos del corazón y tener en cuenta el aliento.
Todo esto que absorbe al hombre es la música tradicional de los pueblos del Caribe y las Antillas, cuyo repertorio musical se incorpora a las influencias y expresiones culturales universales, con raíces española y africana, de acción libre impuesta por el pueblo para definir nuestras nacionalidades e idiosincrasias.
Decíamos en la entrega VII que el Son Cubano proviene del Danzón, grupo de notas sincopadas con ritmo regular y alternado con otro más suave, bailado en parejas entrelazadas, diferente a la Contradanza, baile de figuras sueltas.
El Son es de origen humilde y se caracteriza en su instrumentación por la percusión bantú, sonoridades de cuerdas, giros rítmicos y estribillos. Es interpretado inicialmente en pequeñas agrupaciones originales llamadas “bungas”, que integran guitarras de cuerdas españolas y de acero; con voces de los ejecutantes a los que paulatinamente se le agregó la clave, el bongó, maracas y marímbula.
Desde 1927 se le introduce trompeta y piano por las agrupaciones de Piñeiro (“Échale salsita”), y A. Ma. Romeu. El canto expresaba costumbrismo con temáticas centradas en experiencias de la vida diaria y el trabajo, llamado “changüí “, Regina y son o toque oriental, con desarrollo variado desde Guantánamo, Baracoa -origen del tres-, Manzanillo y Santiago de Cuba, de extracción campesina; por ello al motivo del coro se le llamó “montuno”, interpretado por juglares analfabetas, de allí el repentismo, la chispa ideativa, entre esos cortadores de caña y recolectores, como en nuestra “piquería” original.
Échale salsita, de Ignacio Piñeiro y El Septeto Nacional, en la Habana, muestra la alteración en la forma copla o cuarteta-estribillo, para aparecer con un texto recitativo, narrativo, que da paso al montuno:
“Salí de casa una noche aventurera, / buscando ambiente de placer y de aventura,
-ay mi dios, cuánto gocé! / En un sopor la noche pasé;
-paseaba alegre nuestros lares luminosos / y llegué al bacanal.
-En Catalina me encontré lo no pensado / la voz de aquel que pregonaba así:
Coro: Échale salsita / échale salsita. . .
La historia del Son da un salto en 1940 con el conjunto del genial tresero y compositor matancero Arsenio Rodríguez, al lado de Félix Chapottín y el pianista Lilí Martínez, y otros adelantados, para evolucionar el son contemporáneo y al conjunto orquestal como formato: la armonía melódica, era reforzada por el piano; el plano rítmico percutivo era fortalecido por la tumbadora, mientras que las trompetas ampliaban considerablemente las posibilidades interpretativas en lo armónico; trabajaron el son guaguancó, y muchos elementos de origen africano se introdujeron en lo rítmico y en los textos, como el modelo que populariza Miguelito Valdés con “Bruca maniguá”.
En los barrios populares cubanos se difunde ampliamente el Son a través de la radio a principios del siglo XX. El ejército también contribuye con sus presentaciones, mientras hacen igual trabajo Sindo Garay, Pepe Sánchez, Pedro Flórez, Rosendo Ruiz, Alfredo Valdés, Alberto Villalón y Manuel Corona, y tantos más al lado de Matamoros, Risett, Machito, Pedro Marcano y Celso Vega, lo que impulsa el Son por todo el Caribe y llega a quedarse en Nueva York, precedido por las notas de Piñeiro:
El son es lo más sublime / para el alma divertir /
-se debiera de morir / quien por bueno no lo estima”
El “Changüí” es una variante sonera de Guantánamo que significa baile, fiesta, con comida y bebida, que se interpreta con el Tres, marímbula y el guayo (rallador que se frota con una varilla), en un ritmo constante, acentuado por una polirritmia de bongó y maracas: “María Guevara me botó / por la cumbancha del Yarey…”
Clásicos inolvidables del Son han quedado para la posteridad: “El guararé de Pastorita, Son de Castellanos, Salomé, El bombín de Barreto, Son de la loma, María Cristina, Fuego en el 23”, gracias a los aportes del Sexteto Habanero -pionero en su desarrollo-, el Septeto Nacional, las maravillas de Arcaño, la Orquesta Aragón, la Sonora Matancera y Elio Revé, entre tantos.
Jairo Tapia Tietjen
Sobre el autor
Jairo Tapia Tietjen
WikiLetras - In Memoriam
Codazzi, Cesar (1950-2018). Columna en memoria de quien fue un destacado colaborador de PanoramaCultural.com.co. Bachiller Colegio Nacional A. Codazzi, 1970. Licenciado en Filología Española e Idiomas, UPTC, Tunja, 1976; Docente en Colegio Nacional Loperena, 1977-2012. Catedrático Literatura e Idiomas, UPC, Valledupar, 1977-2013. Director Revista 'Integración', Aprocoda-Codazzi, 1983-2014; columnista: Diario del Caribe, Barranquilla, El Tiempo, Bogotá, El Universal, Cartagena, El Pilón, Vanguardia Valledupar: 1968-2012. Tel: 095 5736623, Clle. 6C N° 19B 119, Los Músicos, Valledupar- Cesar.
1 Comentarios
Un artículo muy interesante, aprendí muchas cosas. Berta Lucía Estrada Estrada Autora de la columna FRACTALES, de PANORAMA CULTURAL
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