Opinión

Pueblo pequeño, infierno grande

Diógenes Armando Pino Ávila

13/10/2017 - 01:25

 

 

Los pueblos de la costa caribe colombiana tienen una magia que enamora, unos encantos que hacen que las personas se sientan ancladas a la tierra, a las costumbres, tradiciones y usos vernáculos. Éstos, nuestros pueblos costeños, son un filón cultural, donde florece silvestre la danza, el canto y el chascarrillo. Donde sus habitantes tienen esa chispa de genialidad que le imprimen a cada frase, a cada respuesta, a cada sátira. El costeño es un hombre de mente abierta, de conversación fluida y espontánea. Es el prototipo del hombre querendón y amiguero, que invita a una parranda y le complace atender a los amigos.

Hay tantas cosas bonitas en la magia de los pueblos costeños que se necesitaría libros iguales o parecidos a Cien años de soledad, por docenas para cubrir, aunque sea, una mínima parte del anecdotario, dichos, refranes e historias que a diario se viven en sus calles. Se necesitarían varias generaciones iguales o parecidas a la de los Buendía para encarnar en estos personajes las historias que a diario se tejen en la oralidad del costeño. Necesitaríamos ejércitos de sociólogos y lingüistas, los unos para describir nuestras costumbres y tradiciones y los otros para explicar los giros léxicos que a diario inventamos los moradores de este litoral.

Y sí, somos fiesteros, parlanchines, amigueros, y todo lo que uno quiera, pero también, y es lo grave, somos demasiado conformistas. Aceptamos casi con resignación circunstancia y problemas que se dan desde las empresas de servicios públicos hasta una mala y saqueadora administración municipal. Aceptamos con pasividad el abuso de los administradores públicos y la dilapidación del erario, incluso con una tranquilidad pasmosa justificamos los desafueros de los administradores de turno.

Prueba de lo anterior se evidencia en el grado de tolerancia que hemos tenido con la empresa Electricaribe, que con altas tarifas nos vende un pésimo servicio, un fluido eléctrico deficiente, de bajo voltaje, que ocasiona averías a los electrodomésticos y cuyas redes de distribución están en precarias condiciones. sus transformadores en las redes que alimentan las casas de habitación, en su mayoría fueron heredadas de las electrificadoras departamentales que dejaron de existir hace más de veinte años.

La atención displicente por parte de los funcionarios públicos a los usuarios y ciudadanos indica que no es la mejor. El uso del presupuesto municipal se diluye en contrataciones ficticias con que los alcaldes pagan favores electorales y devuelven réditos de recursos invertidos a sus campañas por parte de empresarios políticos, que aumentan su capital invirtiendo en las campañas para las alcaldía, previa firma de pagarés y compromiso de jugosas contrataciones, pero el pueblo que participa del festín electoral, que recibe el dinero, la camiseta y el pastel por su voto, acolita  y justifica esta feria del despilfarro.

Cuando una voz se eleva y protesta por estos desmanes, inmediatamente una jauría a sueldo, pagadas con recursos de los municipios, salen airadamente a contestar con insultos y amenazas contra el que ha osado levantar la voz. No hay un respeto por la oposición, esta es anulada de plano, amenazada, insultada y ultrajada por amigos y familiares de los que están en la administración, quienes sin argumento válido refutan con insultos y falacias las denuncias que hacen los opositores.

Estos mismos. defensores a ultranza de la administración, jauría a sueldo, conformada por familiares y amigos de los funcionarios, defienden la administración sin el menor recato moral, incluso sostienen que los administradores actuales también tienen derecho a “comer” como todos los que han pasado por esos cargos. Se aterra uno escuchar expresiones que quieren ser sensatas pidiendo que los funcionarios deberían contentarse con el diez por ciento que dan los contratistas, como si esto fuera legal.

Ante las amenazas, la oposición se ve abocada a utilizar las redes sociales para manifestarse, y ante el miedo a retaliaciones utiliza perfiles falsos, donde se promueve la protesta y a veces se propalan falsas acusaciones y calumnias. Si se respetara la oposición y si el ciudadano tuviera la valentía de sentar su voz de protesta y se exigiera claridad en la cosa pública, si se denunciara en los entes de control, si los entes de control hicieran cumplir la Ley, estos pueblos serían algo cercano al paraíso.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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