Opinión
¡Cultura Siempre!
En el sitio Web del Ministerio de Cultura se lee que “La cultura en sus diversas manifestaciones es fundamento de la nacionalidad”, dice la Constitución Política de Colombia de 1991.
Este postulado muestra el significado de la cultura en el proyecto de construcción de la nación y convoca a mirar la historia de la cultura en Colombia en sus diversos procesos para comprender que en la perspectiva de una “larga duración” y a responder a las demandas en este campo desde el Estado, desde la sociedad civil y desde la academia” y en cuanto se refiere a la connotación del término, me detengo en tres apreciaciones: “excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades, también conocida como alta cultura”, “los conjuntos de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales (tecnologías) que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades de todo tipo” y aquella que pregona que cultura es todo lo que hace el hombre.
El asunto es que Colombia es un país con reconocida tradición, diversidad y riqueza cultural, amplísima alfombra intangible y extendida, por todo el territorio nacional como verdolaga playera.
Se sabe que cuando los españoles llegaron, por primera vez, nuestra realidad cultural era cierta. Fue tal el mestizaje que, algunos se detienen en la brusca intromisión cultural con ruptura a bordo y no menos ahondan en el enriquecimiento cultural que trajo consigo ese “maridaje” para siempre.
Esa mezcolanza es evidente en las tradiciones como en las artesanías y la gastronomía colombiana, lo mismo en sus artes desde la arquitectura, la pintura y la escultura y pasa por la literatura, el cine y la fotografía, sin dejar de lado la música, la danza y el teatro.
Colombia es la cuna de más de 87 pueblos indígenas con cerca de 64 lenguas nativas pertenecientes a 22 familias lingüísticas; igual, de varios millones de afrocolombianos; de más de 37 millones de mestizos; de 12 mil gitanos y de núcleos de inmigrantes en diferentes regiones. En el archipiélago de San Andrés y Providencia, la población mayoritariamente raizal habla inglés.
Somos un pueblo fiestero pero las raíces de ese enjambre rumbístico son de índole cultural y sitúan el tema en su real dimensión: el “sancocho nacional”, al que se refería Bateman Cayón, ya existió y, se quedó para siempre, en lo cultural. En todas las regiones, la alegría del pueblo colombiano se percibe en sus fiestas, ferias, carnavales y festivales culturales.
Es como llave abierta cuyo desagüé mayor se extiende más en los días y noches de diciembre, el mes que nos congrega y facilita el drenaje emocional, que creemos merecernos, desde la alegría sin límites o por medio de la nostalgia hecha sangre langrimeante.
Escuchar a Tomás Darío Gutiérrez es una fascinación y más al afirmar, sin vacilaciones y con soporte investigativo, que cuando el acordeón hizo su arribo y desde antes de la primera visita ibérica, ya existía el conjunto vallenato con el carrizo macho y el hembra como puntales de una tradición milenaria que, pese a las vicisitudes, se mantiene.
Esta es la tierra de la sonrisa eterna, la que aloja siempre el patrimonio ancestral de nuestras cuatro etnias de la sierra: Arhuacos, Wiwas, Kankuamos y Koguis, nuestros manitos mayores, cultores del ponqué cultural que heredamos, mucho más grande hoy, en gracia de contribuciones individuales y colectivas, imparables como el curso del eterno Guatapurí.
Pues bien, a mayor riqueza, diversidad y autenticidad, mayor cuidado, esmero y dedicación demanda ese legado que recibimos y gratamente engrandecido por ejemplos como el del portentoso Rafael Escalona, la caciquísima Consuelo Araujo Noguera, la siempre viva en el recuerdo Lola Bolaños, la infatigable Bella Ustáriz, el torrentoso Carlos Calderón, los precursores Triby, Evis y el Ñeko, Carlos Maldonado, la hermosa Cecilia Reales, el gran Colacho Mendoza, Evangelista Triana, el Negro Velorio, Jaime Pérez Parodi y tantos y tantas, más.
Manifestaciones culturales que afrontan, promueven y preservan el patrimonio cultural inmaterial y material de lo que somos, tenemos, nos merecemos y compartimos con el mundo.
Alberto Muñoz Peñalosa
Valle del Cacique Upar
Correo: elhijodedonjulio@gmail.com
Sobre el autor
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
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